Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales
Facultad de Psicología y Ciencias Sociales
Tesis de Licenciatura en Psicología
“El lugar del analista en el tratamiento
psicoanalítico de las psicosis propuesto por Lacan en el año 1956"
Director: Eduardo Said
Jefes de trabajo final: Damián López, Solange Mariel Vega Parcero
Tutor de Tesis: Diego Visintin
Cañuelas
2021
Índice:
Primera Parte
Resumen…………………..………..…5
Capítulo1 Tras los pasos
de Jaques Lacan...........7
Objetivos………………………8
Tema…………………….10
Capítulo 2 Desde la
inanalizabilidad de Freud a la posición del analista de Lacan.........11
Problema……………………………………………..12
Hipótesis…………………………………………….15
Capítulo 3 Lógica fálica
y goce del Otro…………..16
Marco teórico…………………………………..17
Capítulo 4 Herederos de
un método……..21
Estado del
arte……………………………….22
Bibliografía…………………………….25
Segunda parte
Capítulo 5 El lugar de la
psicosis en la psiquiatría moderna y clásica……....29
Capítulo 6 La psicosis
en la obra freudiana………36
La psicosis como
neuropsicosis de defensa……..37
Psicosis como neurosis narcisista…………42
La psicosis como
desmentida de la realidad objetiva…………47
Tratamiento de la
psicosis en Freud……………………….51
Capítulo 7 La Psicosis
en la obra Lacaniana………………………….53
Psicosis como déficit
simbólico (1955-1958) …………………….55
Dimensión sincrónica de
la psicosis………………………….56
Dimensión
diacrónica………………………………….….60
Posición del analista
frente al déficit en lo simbólico de la psicosis……...63
Capítulo 8
Una Breve
visión de la conceptualización de las psicosis en la teoría de Lacan más allá
del año1956……66
Psicosis y empuje-a-la-mujer…………………………..…………67
Psicosis en la teoría de
los nudos………………………….…..68
El Sinthome en la
estabilización de la psicosis………………………..71
Capítulo 9
Los aportes
de Colette Soler y otros autores postlacanianos en el tratamiento de las psicosis…………………..74
Colette Soler y el
abordaje de las psicosis………...77
Variantes de la estructura
psicótica…………….77
Lugar del analista en la
psicosis……………….79
Capítulo 10 Conclusión…….……………….83
Bibliografía………………………………85
Índice de tablas
Tabla 1………………………………50
Índice de Figuras
Figura 1. Esquema R
(Lacan, 1971) …………………………58
Figura 2 Metáfora
paterna………………………………………...59
Figura 3 Lapsus en el
nudo en Caso Joyce……………………69
Figura 4 Nudo Trébol en
paranoia…………………………….70
Figura 5 Reparación de
desanudamiento a través del Sinthome.......72
Figura 6 estructura de
la transferencia………………………80
Primera Parte
Resumen
El presente trabajo tiene como
objetivo explorar el lugar del analista en el tratamiento psicoanalítico de la
psicosis. Para esto se propuso revisar los aportes hallados en la obra de Freud
(1976), Lacan (2016), Soler (1992) y autores postlacanianos contemporáneos. La
revisión de estas obras permitió delimitar posibles lugares que el analista
puede ocupar para lograr reducir el padecimiento de los sujetos psicóticos. Los
autores concuerdan en el hecho de que la psicosis no puede ser abordada por el
dispositivo psicoanalítico construido por Freud (1976) para las neurosis, dado
que la estructura transferencial se encuentra invertida. No obstante, se ha
observado discrepancias entre los autores respecto de si es posible ubicarse como
objeto a en esta estructura.
Como alternativa se propone la
ubicación del analista en una posición que permita una reducción del exceso de
goce producto de la forclusión del significante Nombre-del-Padre. Para esto el
analista puede ubicarse como una instancia que establece límites y negativa, o
dar lugar a un Ideal en el Otro, producido por el sujeto. A su vez, se
considera la posibilidad de lograr que el goce autístico que se manifiesta en
la estructura pueda construir lazo social.
Capítulo1
Tras los pasos de
Jaques Lacan
Objetivos:
1) Estudiar los planteos fundamentales de Lacan (2016), en el Seminario III,
acerca del lugar del analista en las psicosis.
2) Establecer los principios que pueden deducirse del lugar del analista
para el tratamiento psicoanalítico de las psicosis.
3) Leer material de otros autores lacanianos para esclarecer métodos e
intervenciones en el tratamiento psicoanalítico de las psicosis.
Seguiremos los lineamientos
lacanianos entendiéndolos como continuación del trabajo de Freud (1976).
Sabemos que en sus desarrollos intentó aislar un mecanismo psíquico específico
en la etiología de las psicosis arribando a la inanalizabilidad. Es necesario
también tener en cuenta que no fue Lacan
el primero en encontrar este atolladero, varios autores postfreudianos toparon
con él e intentaron resolverlo, como es el caso de Paul Federn (1984) por
ejemplo y de Melanie Klein (1930). Federn (1984) trabajó en una nueva
definición de las psicosis partiendo de la debilidad del yo y Melanie Klein
(1930) estableció propuestas desde su conceptualización de la regresión a la
posición esquizoparanoide. Podemos decir que ambos se distanciaron de Freud
(1976), recurriendo a aportes conceptuales propios no pertenecientes al campo
freudiano.
En cambio, Lacan (2016),
elige seguir el camino de Freud (1976), se separa de los desarrollos
postfreudianos. En su relectura de Freud (1976), aisló el concepto que hasta
entonces no había revestido demasiada importancia y se interesó por él, vale
decir, la Verwerfung y desarrolló su teorización. En esta línea teórica
trabajaremos sumando los aportes de los siguientes autores postlacanianos:
o Belucci Gabriel (2009)
“Psicosis: De la estructura al tratamiento”
o Colette Soler (1991)
“Estudios sobre las psicosis”
o Elida Fernández (1995)
“Diagnosticar las psicosis”
o Isidoro Vegh (2007) “Una cita
con la psicosis”
4) Determinar el lugar del
analista en el tratamiento psicoanalítico de la psicosis a la altura del
seminario III de Lacan (2016).
Tema:
El lugar del analista en el tratamiento
psicoanalítico de las psicosis propuesto por Lacan en el año 1956.
Capítulo 2
Desde la inanalizabilidad de Freud a la posición del analista de Lacan
Problema:
La temática de la psicosis desde el
enfoque del psicoanálisis y puntualmente desde el desempeño del analista nos
ubica en un lugar de falta. Esta falta puede ser experimentada en un punto muy
específico, vale decir, Freud (1976) llevó adelante desarrollos teóricos y clínicos
vastos y afortunados si nos referimos a las neurosis, tanto para las histerias,
como para las neurosis obsesivas y para las fobias, conjuntamente con esta
teorización aportó una gran cantidad de viñetas de pacientes para estos
cuadros. En cambio, en relación a las psicosis, su legado teórico y clínico se
conforma de un solo caso, Schreber, que no fue un tratamiento cara a cara sino
a través de la lectura de un libro escrito por Schreber sobre su enfermedad.
Freud (1976), planteaba que el psicótico
era incapaz de establecer vínculos transferenciales, básicamente a causa de su
narcisismo, esa era la razón por la que desaconsejaba analizar a un paciente
psicótico. Es lógico pensar que el psicoanálisis no es una herramienta útil en
el tratamiento de las psicosis.
Lacan (2016) dicta en los años 1955 y
1956 el seminario que dedica a las psicosis, analizando la estructura psicótica
a través de la relectura del caso Schreber de Freud (1976), allí va a
reorientar y a propulsar el tratamiento psicoanalítico de las psicosis. En este
trabajo, serán cuestionados críticamente los lineamientos postfreudianos, que
como planteamos en los objetivos de este trabajo, se caracterizan por sostenerse
en aportes conceptuales por fuera del campo freudiano, vimos los ejemplos de
Paul Federn (1984) y Melanie Klein (1930), respectivamente debilitamiento del
yo y regresión a la posición esquizoparanoide, Lacan (2016) toma distancia de
estas posturas, manteniendo su trabajo dentro de los límites de la
conceptualización freudiana, resolviendo de alguna manera el enigma del
mecanismo específico de las psicosis.
Resolver este enigma
por parte de Lacan (2016) se traduce en plantear la
posibilidad de llevar adelante el tratamiento psicoanalítico de las psicosis y
definir el lugar y la función y por qué no, el método que debe adoptar el
analista en el tratamiento de la misma, sumado al lugar ocupado por el paciente
en una estructura totalmente distinta a la de la neurosis.
Este Seminario III titulado “Las
Psicosis”, como si se tratase de un jardín frondoso en el cual Lacan (2016)
abre uno o varios nuevos senderos que se bifurcan novedosamente en la teoría
psicoanalítica, quiebra con la inanalizabilidad de las psicosis, establecida
nada más y nada menos que por Sigmund Freud (1976). Alejado del árido terreno
de los postfreudianos promueve nuevos desarrollos de la posición que el
analista debe tomar en esta estructura y cómo éste debe ejercer la práctica
desde el lugar de secretario del alienado.
En esta relectura del caso Schreber
Lacan (2016) acuerda con Freud (1976) en puntos fundamentales, tales como la
relación con el padre y la fundamentación de la castración por un lado y por
otro con la importancia que Freud (1976) le otorga a la Verwerfung.
En “Las neuropsicosis de defensa”, de
1894, Freud (1976) plantea lo siguiente:
«Ahora bien, existe
una modalidad defensiva mucho más enérgica y exitosa, que consiste en que el yo
desestima (Verwerfung) la representación insoportable junto con su afecto y se
comporta como si la representación nunca hubiera comparecido» (Freud, 1976).
Y discrepa con Freud (1976) en el punto
donde coloca a la defensa frente a la pulsión homosexual como elemento
esencial, ya que para Lacan (2016) la psicosis se explica desde la no
inscripción de un significante primordial ligado al nombre del padre. Lo
novedoso de Lacan (2016) en este nuevo punto de partida, es focalizar la
estructura de las psicosis desde el registro del lenguaje.
En la última clase del seminario III
Lacan (2016) define en la página 456:
«No retorno a la
noción de Verwerfung de la que partí, y para la cual, luego de haberlo
reflexionado bien, les propongo adoptar definitivamente esta traducción que
creo la mejor: la forclusión.» (Lacan, 2016 pág. 456)
Lacan (2016) redirigirá la praxis
psicoanalítica hacia la posibilidad del tratamiento de las psicosis desde el
retorno a Freud (1976). A partir de este replanteo teórico se abre un camino
separado de los postfreudianos, donde denominará al lugar del analista como
función del secretario.
¿Cómo define Lacan (2016) el quehacer
del analista en el tratamiento de las psicosis?
Hipótesis:
El quehacer del analista en el
tratamiento de las psicosis se define a partir de la conceptualización Lacaniana
que permite situar su lugar como “secretario del alienado”.
Capítulo 3
Lógica fálica y goce del Otro
Marco teórico:
Lacan (2016) trabajará partiendo de los
tres tiempos lógicos del Complejo de Edipo. En el primero de estos tres tiempos,
el deseo del niño es el deseo de la madre, este deseo no es otro más que el
falo; el niño es ubicado en el lugar del falo imaginario. Sólo aparecen el niño
y la madre entrelazados en una relación que supone una unión mítica, totalmente
completa e ilusoria; el niño es todo para su madre y ella es todo para el niño,
hay presencia del falo, la madre se presenta como fálica justamente porque el
niño se ubica en el sitio del falo de la madre. Para el psicoanálisis existe
una ley fundamental que brinda estructuración social: la prohibición del
incesto, los seres humanos son sujetos de esta ley, es necesario asumirla para
poder introducirse al mundo simbólico. En este primer tiempo del Edipo es
vivenciada esta situación incestuosa con la madre que debe terminar porque es
lo que más se condena en la sociedad. La omnipresencia de esta Ley permite
pasar al segundo tiempo del Edipo con la aparición del padre como tercero en la
relación.
Ya en el segundo tiempo, se hará
presente la función paterna. Ésta se le presenta al niño como un obstáculo
entre él y su madre, también dice Lacan (2016) que es el que porta la ley. El
mecanismo psicótico es la forclusión del Nombre-del-Padre y se basa en la
ausencia de ley y de castración simbólica; el efecto de corte de la metáfora
paterna no se instauró. En tal sentido, el sujeto psicótico quedaría atrapado
en la dialéctica del primer tiempo del Edipo.
El sujeto queda excluido de la lógica
fálica y a merced del goce de un Otro que avasalla e invade. Al igual que
veíamos con Freud (1976), algo de la pérdida intolerable no se pudo realizar;
dirá Lacan (2016) en El Seminario V (2016 p. 121) que:
“nada indica que la primitiva
sustracción haya sido realizada de manera adecuada”. (Lacan, 2016 pág. 121)
La presencia del padre debe entenderse
como función, no se hace referencia a esta presencia o ausencia como física,
como presencia corporal, es necesario entenderla como elemento simbólico.
El padre como función, y como tercero
introduce la Ley, él es quien establece la prohibición, la representa,
transmite una doble prohibición: a la madre le prohíbe estar con el niño,
prohíbe su apropiación, este lugar simbólico del padre permite liberar al niño
hacia los intercambios con la cultura y le demarca que su madre no le está
permitida, que tiene que cortar las ligaduras libidinales que lo contienen y lo
atrapan.
Desde otra perspectiva, este segundo
tiempo del Edipo es el de la aparición de la castración al que no pueden
acceder los psicóticos. Porque esto que el padre viene a significar, vale
decir, el sentido de su función, que es el de la castración, el psicótico está
imposibilitado de incorporarlo a su psiquismo, a su estructura significante y
está impedido porque la madre, lo mantiene aprisionado con un vínculo
asfixiante, rechazando inconscientemente la Ley, e impidiendo que ésta sea
asumida.
Lacan (2016) después de traducir el
concepto freudiano Verwerfung como forclusión, establece un mecanismo preciso
de las psicosis por el cual se produce el rechazo de un significante
fundamental, expulsado afuera del universo simbólico del sujeto. Al ocurrir
este rechazo, resulta que el significante está forcluído. No se ha podido
integrar en el inconsciente, como sí ocurre en la represión, y retorna de
manera alucinatoria en lo real del psicótico. Para Lacan la característica
distintiva de las psicosis es la forclusión de un significante primordial en el
Otro, vale decir, el Nombre-del-Padre, metáfora por excelencia que brinda
acceso al sujeto hacia la significación fálica, entendida como el núcleo del
sentido establecido por el Lenguaje, por lo Simbólico. Lacan (2016) llegó a
diferenciar la forclusión de la represión, remarcando que, en la forclusión, el
significante forcluído no pertenece al inconsciente, debido a esta no
pertenencia retorna como alucinación o delirio desde lo real que recae sobre la
palabra y también sobre la percepción del psicótico.
En el Seminario III Lacan (2016) señala:
“Aparentemente nos
contentaremos con hacer de secretarios del alienado” (Lacan, 2016 p. 295).
Lacan (2016) le otorga una ubicación
precisa a la posición del analista en el tratamiento de las psicosis:
“secretario del alienado”, indicando además tomar sus relatos al pie de la letra.
¿A qué se refiere? un secretario cumple funciones específicas: redactar cartas,
labrar actas, formular, ordenar documentación. Las mismas son funciones que
otro le encarga. Lacan (2016), en su seminario, al señalar que se debe “tomar
el relato al pie de la letra” (p. 295), propone reflexionar sobre qué es la
lectura y plantea que es necesario acoger el testimonio del sujeto, que es
singular y valioso, y que el delirio presenta una relación específica del
sujeto con el lenguaje:
“Metodológicamente,
tenemos el derecho de aceptar entonces el testimonio del alienado sobre su
posición respecto al lenguaje, y tenemos que tomarlo en cuenta en el análisis
del conjunto de las relaciones del sujeto con el lenguaje” (Lacan, 2016, p.
298).
Lacan (2016) plantea que la posición del
sujeto en relación al lenguaje es la de mártir del inconsciente, la de un
testigo abierto, incapaz de restaurar el sentido debido a las condiciones de la
estructura, vale decir, Forclusión del significante del Nombre-del-Padre que,
al no ser admitido en el Otro, en el inconsciente, no deja operar a la Metáfora
Paterna, debido a esto no puede establecer el sentido. Frente a la ausencia del
significante del Nombre-del-Padre queda desanudado el orden simbólico, no
existe el punto de capitón y la función del Otro no se puede sostener. Así
Lacan (2016) define como secretario del alienado a quien cumpla con el hacer
que ayude a estabilizar al paciente.
Capítulo 4
Herederos de un método
Estado del arte:
Belucci Gabriel (2009) “Psicosis: De la
estructura al tratamiento”
Este trabajo de Belucci (2009) cumplirá
el rol de un pilar fundamental en el desarrollo de este seguimiento sobre el
tratamiento de las psicosis. En él intentará focalizar una posibilidad de
tratamiento propuesta por Lacan (2016) y continuada por profesionales del
psicoanálisis, que sumaron aportes muy importantes tanto desde la investigación
como desde sus experiencias clínicas, para que sea posible una mayor
conceptualización de este desafío. Es posible pensar este ensayo como la tarea
de aunar a quienes apostaron al tratamiento de las psicosis, allanando así el
camino y dejándolo trazado para quienes se sumen en interés a una continuación
de la conceptualización freudiana de las psicosis y el engarce lacaniano de las
mismas. Gabriel Belucci (2009) reúne a grandes psicoanalistas y expone sus
métodos en el tratamiento propiamente dicho y unifica desde esa imbricación dejando
abierto un umbral para la investigación como para la praxis psicoanalítica en
el terreno de las psicosis.
Colette Soler (1991) “Estudios sobre las psicosis”
En este
trabajo se hace una mostración de desarrollos clínicos y teóricos acerca del
tratamiento psicoanalítico de las psicosis. Soler (1991) recorrerá en estas páginas
gran parte de su praxis psicoanalítica en el tratamiento de la psicosis,
regenerando conceptos y experiencias clínicas que avalarán y remodelarán
conceptualizaciones lacanianas acerca de este tratamiento. El lugar del
analista en el tratamiento de las psicosis será aun centro del girarán
teorizaciones y experiencias clínicas desde la perspectiva lacaniana. El
recorte del goce, la sugestionabilidad en tratamiento, la direccionalidad de
las acciones del analizante aspectos que serán un aporte clave para el establecimiento
de modernos lineamientos en la clínica de la psicosis.
Por ejemplo, en el texto ¿Qué lugar para el analista?
cita el caso de una paciente psicótica que tiene delirios y que invita al
terapeuta a ocupar el lugar de ellas, es decir, como suplente de las mismas, lo
coloca en la situación del perseguidor que debe decirle que hacer, que es el
que sabe y el que goza. Soler experimentará numerosas intervenciones y dejará
plasmado su trabajo como precedente lacaniano del lugar del analista en las psicosis.
Élida Fernández
(1995) “Diagnosticar las psicosis”
En este libro Fernández
(1995) ofrece una convocatoria de trabajos y experiencias de varios psicoanalistas
que trabajaron la psicosis planteando la importancia de la palabra del
analista, palabra que es otorgada a los analizantes desde el lugar de un otro
amistoso, vale decir, desde la Ética a Nicómaco. Fernández establece un
corrimiento del lineamiento Analista-Sujeto y establece del par otro a otro que
escucha amistosamente y brinda significantes, hace su aporte para que el otro
le sea posible armar un constructo que lo instale frente al analista y le permita
establecer cierta demanda de alguna manera. El trabajo o la tarea del analista
en este caso de las psicosis se centra y debe desarrollarse desde esa lógica de
la palabra donada al analizante establecidos ambos en cierto vinculo amistoso.
La inventiva es un rasgo crucial y fundante de este tipo de tratamiento, El
deseo del analista se orienta a esta inventiva y a la posibilidad de establecer
un lazo aceptable que otorgue rédito psicoanalítico.
Isidoro Vegh (2007)
“Una cita con la psicosis” La psicosis es una estructura.
En este trabajo Vegh (2007) se cuestiona
sobre el sujeto de la psicosis, se pregunta y se hunde en investigaciones sobre
el rol que juega la palabra en este cuadro. Piensa desde la lógica lacaniana el
lugar del Otro y su función y origen en la vida de los sujetos. También sobre
la funcionalidad de los significantes y sus lógicas en cuanto a la ubicación de
los mismos en la estructura; desde ese punto hará un parangón con el juego del
Senku y qué ocurre cuando un significante está ausente, como ocurre en el
inicio del juego de senku y también en otros casos, como cuando el tablero se
completa y demás. Cada uno de esos tableros y la ubicación sus fichas
correspondientes corresponderán a cuadros patológicos diferentes y la relación
de cada uno con la castración. Ahí encuentra ubicar esas situaciones del juego
de senku con las lógicas lacanianas de los diferentes cuadros patológicos.
Casilleros, fichas, castración, neurosis, psicosis y perversión desde la
conceptualización lacaniana.
Bibliografía de la Primera Parte
Belucci, G.: (2009) Psicosis: de la estructura al tratamiento. Buenos
Aires: Letra Viva
Paul Federn, La psicología del yo y las psicosis, Amorrortu, Buenos
Aires, 1984
Fernández, E.: (1995). Diagnosticar las psicosis. Buenos Aires: Data Editora.
Freud, S.: (1894) Las neuropsicosis de defensa. En S. Freud. Obras
Completas (Vol. III). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S.: (1896) Nuevas observaciones sobre psiconeurosis de defensa En
S. Freud. Obras Completas (Vol. III). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S.: (1911) Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente.
En S. Freud. Obras Completas (Vol. XII). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S.: (1923) Neurosis y psicosis. En S. Freud. Obras Completas (Vol.
XIX). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S.: (1914) Introducción del narcisismo. En S. Freud. Obras
Completas (Vol. XIV). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S.: (1923) El yo y el ello. En S. Freud. Obras Completas (Vol.
XIX). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S.: (1915) La represión. En S. Freud. Obras Completas (Vol. XIV).
Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1924). La pérdida de la realidad en la neurosis y en la
psicosis. En S. Freud. Obras Completas (Vol. XIX). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1917). Duelo y melancolía. En S. Freud. Obras Completas (Vol.
XIV). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1915). Un caso de paranoia contrario a la teoría
psicoanalítica. En S. Freud. Obras Completas (Vol. XIV). Buenos Aires:
Amorrortu.
Lacan, J. (2016) El
Seminario de Jacques Lacan, libro 3: Las psicosis. Ed. Paidós
Lacan, J. (2016) El
Seminario de Jacques Lacan, libro 5: las formaciones del inconsciente. Ed.
Paidós
Lacan, J. (1988).
Escritos II. Argentina: Siglo veintiuno.
Laplanche J.,
Pontalis J. (2003), Diccionario de psicoanálisis Ed. Paidós
Klein Melanie (1930)
La psicoterapia de la psicosis. Bibliotecas de Psicoanálisis. Obras Completas
de Melanie Klein. www.psicoanalisis.orgklein@psicoanalisis.org
Soler, C. (1992)
Estudios sobre la psicosis. Buenos Aires: Manantial.
Vegh, I. (1995)
Clínica de la psicosis. Buenos Aires: Homo Sapiens.
Segunda Parte
Capítulo 5
El lugar de la psicosis en la psiquiatría moderna y clásica
Antes de ahondar en los aportes
del psicoanálisis para el estudio de la psicosis, específicamente aquellos
brindados por Freud, Lacan y Soler, interesa detenerse en el estudio que la
psiquiatría ha realizado sobre este fenómeno. En primer lugar, es importante
revisar los trabajos de la psiquiatría clásica de la cual surge la clínica,
especialmente a partir del diálogo que ha tenido las elaboraciones Freud con la
psiquiatría alemana y Lacan con psiquiatras franceses (Esborraz y Sánchez,
2014). En segundo lugar, esto permitirá dar cuenta del quiebre que realiza el
psicoanálisis con la psiquiatría clásica y especialmente con la psiquiatría
moderna, la cual tiene como principal exponente la proliferación de manuales
diagnósticos como el DSM y el CIE.
Los intentos de conceptualizar
y estudiar la psicosis siempre tuvieron un lugar central en la historia de la
psicopatología, tanto en la psiquiatría como en la psicología. Estas
investigaciones siempre trajeron consigo una tensión por el conjunto de
síntomas y conductas que deberían ser centrales para el diagnóstico diferencial,
dado el carácter heterogéneo del cuadro (Martínez, 2015).
El uso del término psicosis surgió en la psiquiatría de mediados
del siglo XIX. El término se utilizaba para referir al elemento mental o
psíquico de un fenómeno psicofísico y la neurosis refiere al aspecto del
sistema nervioso (Berrios, 1997). De esta manera, en la psiquiatría comenzó a
utilizarse para referir a un estado mental anormal relacionado con un proceso
de enfermedad específico. Durante los siguiente 50 años fue usado de manera
genérica para trastorno mental o psicopatía (Álvarez, Esteban & Sauvagnat, 2004). En este sentido, no será hasta el trabajo de Freud que no se hará
una delimitación clara del concepto de psicosis para referir a un tipo de
trastorno específico. Por otra parte, a fines del siglo XIX Emil Kraepelin retoma el concepto
de demencia precoz, previamente utilizado por Morel, para referir la presencia
de un deterioro progresivo de determinadas facultades mentales y del afecto con
un inicio temprano de n la vida de la persona (López, Sanmillán, Cainet,
Olivares, De las Mercedes, 2015).
La categoría de demencia precoz surge en la
cuarta edición de su Compendio de Psiquiatría y toma su conceptualización
definitiva en la sexta edición (Bercherie, 1986). Kraepelin decide ubicar
dentro de la categoría de demencia precoz a un conjunto de subcategorías utilizadas
en la psiquiatría de su época: la catatonia, primeramente, definida por
Kahlbaum, la hebefrenia de Becker, y la demencia paranoide; esta última siendo
diferente al concepto de paranoia de la época (Angst, 2002).
Esta categoría le permite a
Kraepelin marcar una diferencia con la paranoia en la cual se observaba un
desarrollo insidioso de un sistema delirante sin traer consigo deterioro en
facultades mentales o afectivas. A su vez, logra distinguir las características
de la demencia precoz de lo observado en la psicosis maniaco-depresiva, la cual
presentaba problemas en el área afectiva, pero sin tener un inicio temprano ni
con deterioro progresivo (Angst, 2002). No obstante, esta dicotomía fue puesta
en cuestión por el mismo Kraepelin, dado la detección de una serie de casos que
no respondían a una diferenciación clara entre demencia precoz y psicosis
maniaco depresiva, observándose una superposición de síntomas.
A partir de la sexta edición de
su Compendio de Psiquiatría la demencia Precoz toma una serie de
características que continúan siendo relevantes para la psiquiatría
contemporánea:
·
Distinción de síntomas fundamentales (repliegue afectivo,
indiferencia, afección del razonamiento, perdida de unidad interior) de síntomas
accesorios (alucinaciones, delirios automatismos gestuales). Esta
diferenciación luego será reformulada por Bleuler, a partir de la cual
diferenciará entre síntomas primarios y síntomas secundarios que surgen como
una reacción de la personalidad.
·
La preservación de la inteligencia, memoria y orientación
frente al deterioro de la afectividad, voluntad y razonamiento. Esta
diferenciación justificó el uso del término “demencia”
·
El carácter central que cobra la demencia hebefrenia, y donde
los síntomas accesorios son móviles y polimorfos. Esto explica el hecho de que
el termino hebefrenia haya sido el primer nombre utilizado para este grupo.
Luego, a principio del siglo
XX, Bleuler brindó nuevos avances en la sistematización de la demencia precoz, haciendo uso por primera vez del término esquizofrenia para referir a
esta enfermedad (López, et.al, 2015). Bleuler establece como proceso
psicopatológico subyacente a la esquizofrenia la alteración de las asociaciones
entre pensamientos y la presencia de ideas delirante, alucinaciones y
desregulación conductual.
La teoría de Bleuler revisa la diferenciación realizada
primeramente por Kraepelin entre síntomas fundamentales y accesorios,
conceptualizando a los primeros como primarios y a los segundos como secundarios,
siendo estos una reacción de la personalidad a los primeros. A su vez, se
cuestiona la dicotomía establecida entre demencia precoz y psicosis maniaco
depresiva, entendiendo ambas como polos de un espectro que se encontraban en
cada individuo (Angst, 2002).
Por otra parte, De Cleremabut será un autor que brindará
bases teóricas de la psicosis para los desarrollos posteriores de Lacan. Este
autor, de la misma manera que Freud, hará uso del término psicosis, entendiendo
que esta consiste de la presencia de delirio más el fondo material que lo
produce (Álvarez, Esteban & Sauvagnat, 2004).
El autor propone como un fenómeno elemental de la psicosis aguda
alucinatoria la presencia del automatismo mental que se dan desde un inicio del
cuadro (Mazzuca, 2012). Dentro de este término ubica la anticipación del
pensamiento, enunciación de actos, impulsiones verbales, tendencias hacia
fenómeno psicomotores. De Cleremabut los opone a las alucinaciones auditivas y
psicomotrices, las cuales caracteriza como tardías respecto de los fenómenos
elementales. El autor propone 3
características que definen a los fenómenos del automatismo mental: tenor
neutro (carentes de tonalidad afectiva), anideico (sin una temática o carente
de contenido) y no sensorial (es decir no son alucinaciones de carácter
auditivo o psicomotor, sino que son de carácter cenestésico). Varias décadas
posteriores a los aportes de estos autores, a mediados del siglo XX, Schneider
brinda una caracterización influyente sobre los síntomas de la esquizofrenia (Novella
y Huertas, 2010). En este sentido Schneider cuestiona las categorías de Bleuler
de síntomas primarios y secundarios, proponiendo como síntomas de primer rango:
sonorización del pensamiento, audición de voces que opinan y replican al
sujeto, audición de voces que describen las acciones que realiza el sujeto,
robo y/o difusión del pensamiento, percepción delirante y convicción de que sus
sentimientos y voliciones están siendo influenciados. Los aportes de los
autores mencionados han determinado el cuadro vigente de la psicosis para la
psiquiatría moderna: vale decir que aún sigue siendo central para el
diagnóstico de esquizofrenia el deterioro kraepeliano, la desorganización bleuleriana
y el trastorno del yo schneidereano (Novella y Huertas, 2010; Tandon, et al.,
2013).
A mediados del siglo XX, surge la primera edición del Manual
Diagnóstico y Estadístico de Trastorno Mentales (DSM, siglas en inglés), que
intentará establecer una serie de criterios y guía para la comunicación entre
agentes de la salud mental. Desde su inicio se llevaron a cabo cinco ediciones
del manual (publicadas respectivamente en 1952, 1968, 1980, 1994 y 2013) y dos
revisiones (de la 3°, en 1987 y 4° edición en el 2000). A partir de la 5° edición del
DSM (APA, 2013) se constituye la sección espectro de la esquizofrenia y otros
trastornos psicóticos. Esta categoría propone abordar a la psicosis como un
gradiente psicopatológico, formando un conjunto desde los casos leves a graves
(Jufe, 2014). Para su diagnóstico el DSM establece por lo menos dos de los
siguientes puntos a lo largo de un mes, siendo necesariamente uno de los puntos
1, 2 o 3:
1. Delirios.
2. Alucinaciones.
3. Discurso
desorganizado
4. Comportamiento
desorganizado o catatónico
5. Síntomas negativos
Asimismo, los demás signos que se presentan deben mantenerse
un mínimo de seis meses y puede observarse síntomas prodrómicos o residuales.
Por último, de la misma manera que los demás trastornos establecidos por el
DSM-V, debe comprometerse la funcionalidad de al menos un área de la vida
cotidiana de las personas: trabajo, relaciones interpersonales, cuidado
personal.
Como fue mencionado anteriormente, el término psicosis
funcionó como una categoría ambigua hasta que no fue problematizada y
sistematizada por Freud (1976). El mismo utilizó el término como una categoría que
no solo abarcase solamente un conjunto de síntomas, sino que refiriese a un
proceso psíquico subyacente que permitía diferenciar de otros trastornos, como
las neurosis de transferencia. En base a esto se considera necesario revisar
las distintas formulaciones que la psicosis tuvo en la obra de Freud (1976).
Capítulo 6
La psicosis en la obra freudiana
Para explorar los aportes de
Freud (1976) en la constitución del campo de la psicosis como objeto de estudio
psicopatológico se propone partir de la metodología propuesta por Álvarez,
Esteban & Sauvagnat, (2004) para abordar el proceso de construcción de
la nosografía freudiana donde se encuentra:
A-
Un primer período del modelo de las neuropsicosis
de defensa.
B-
Un segundo período de oposición entre neurosis
de transferencia y las narcisistas o psicosis.
C-
Y un tercer período en donde la taxonomía se
basa en la segunda tópica del aparato psíquico.
El estudio de la psicosis en la
obra freudiana comienza a partir de los trabajos del autor de fines del siglo
XIX, específicamente dentro de sus teorizaciones respecto de las neuropsicosis
de defensa (Freud 1976a; 1976b).
En su artículo “Neuropsicosis
de Defensa (ensayo de teoría psicológica de la historia adquirida, de muchas
fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis alucinatoria)” (1976a)
publicado en el año 1894, comienza a establecer una diferenciación entre dos
formas de padecimiento psíquico a partir de la presencia del mecanismo
subyacente a la aparición de la sintomatología. En este sentido, el autor
propone, por un lado, las neurosis actuales, cuyo mecanismo resulta de la
desviación de la excitación sexual hacia canales no adecuados, lo que lleva a
que esta no se tramite psíquicamente. De esta manera el mecanismo presente no
es psíquico, sino que la tensión sexual no descargada vía el acto sexual se
descarga directamente a partir de angustia.
Frente a estas neurosis
actuales, propone otro conjunto de patologías (la histeria, representaciones
obsesivas, fobias y psicosis alucinatoria) en las cuales se encuentra un
mecanismo psíquico de defensa frente a representaciones inconciliables para el yo dado su naturaleza sexual. La única forma que encuentra
el sujeto para eliminar estas representaciones consiste de su debilitamiento
por lo que el mecanismo de defensa se orienta a desprender a esta su afecto; estas
patologías fueron definidas como neuropsicosis de defensa. Cada forma de
presentación de estas enfermedades varía en base a como actuó el mecanismo de
defensa frente a la representación inconciliable. En este sentido, respecto de
la psicosis alucinatoria propone:
“el yo desestima (verwerfen) la representación insoportable
junto con su afecto y se comporta como si
la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en que se
ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra
clasificación que «confusión alucinatoria” (p.59). “(…) el yo se ha defendido
de la representación insoportable mediante el refugio en la psicosis” (…) “el
yo se arranca de la representación insoportable, pero esta se entrama de manera inseparable con un fragmento de la
realidad objetiva, y en tanto el yo lleva a cabo esa operación, se desase
también, total o parcialmente, de la realidad objetiva”. (Freud, 1976a, p.60)
De
esta manera, la psicosis alucinatoria surgiría de la presencia de un mecanismo
psíquico de defensa, el cual comparte con otras patologías, pero que tiene un funcionamiento
particular que desestima la representación y el sujeto actúa como si está nunca
hubiese sucedido. Aunque en este punto la psicosis alucinatoria es ubicada
junto a una serie de trastornos que luego formaran parte de las neurosis, se
diferencian de estos debido a que su mecanismo de defensa trae consigo la
eliminación de un fragmento de la realidad objetiva. Se observa como esta
relación entre la psicosis y la realidad anticipa a “Neurosis y Psicosis”
(Freud, 1976d) y “La Pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”
(Freud, 1976e). En estos trabajos propondrá que, aunque en ambas estructuras se
encuentra una ruptura con la realidad, en la neurosis se logra mantener el lazo
con la realidad, a diferencia de la psicosis (Zanchettin, 2018).
Dos años más tarde,
revisa la propuesta de neuropsicosis de defensa en “Nuevas puntualizaciones
sobre las neuropsicosis de defensa” (1976b) y en “Manuscrito K” (1976c). En el
primer trabajo continúa profundizando en el mecanismo subyacente propio de cada
subtipo de neuropsicosis de defensa. Para esto se detiene a analizar un caso de
paranoia, frente al cual propone que:
(…) en esta paranoia, toda obsesión
proviene de una represión; los síntomas de la paranoia admiten una clasificación
semejante a la que se probó justificada para la neurosis obsesiva. Una parte de
los síntomas brota igualmente de la defensa primaria, a saber: todas las ideas
delirantes de la desconfianza, la
inquina, la persecución de otros, la neurosis obsesiva, el reproche inicial ha
sido reprimido (desalojado-suplantado) por la formación del síntoma defensivo
primario: desconfianza de sí mismo. (…) En la paranoia, el reproche
es reprimido por un camino que se puede designar como proyección, puesto que se
erige el síntoma defensivo de la desconfianza hacia otros; con ello se le quita
reconocimiento al reproche, y, como compensación de esto, falta luego una protección
contra los reproches que retornan dentro de las ideas delirantes”. (Freud,
1976b, p. 183).
En este texto, propone por primera vez el mecanismo de la proyección. La
proyección sería un tipo particular de represión que acontece en la paranoia,
que cumple el mismo rol que la conversión a la inervación corporal en la
histeria, y la sustitución (desplazamiento a lo largo de ciertas categorías
asociativas) en la neurosis obsesiva. De esta manera el retorno de los
reproches reprimidos en la paranoia se presenta bajo la forma de pensamientos
alucinatorios enunciados en voz alta.
Esta línea de pensamiento continúa en el “Manuscrito K” (1976c) en el
cual vuelve a establecer como mecanismo propio de la paranoia la proyección. A
su vez, propone que el elemento que comanda a la paranoia es un mecanismo
proyectivo con desautorización del reproche, es decir que no se presenta
creencia sobre el reproche recibido, a diferencia de la neurosis obsesiva. De
esta manera la increencia respecto de cualquier autorreproche se contrasta con
la convicción que presentan las ideas delirantes (Berdullas, Malamud y Ortiz,
2010).
La increencia en el reproche conlleva a que no se desarrollen síntomas
de defensa secundario frente a este, dando lugar a que se presenten síntomas de
compromiso:
“Los fragmentos de recuerdo que
retornan están desfigurados, pues los sustituyen imágenes análogas de lo
actual; por tanto, su desfiguración es simple, por sustitución temporal, no por
formación de un subrogado. Las voces devuelven el reproche, por así decir, como
un síntoma de compromiso; en primer lugar, desfigurado en su texto hasta ser
irreconocible, y mudado en amenaza; y, en segundo término, no referido a la
vivencia primaria, sino, justamente, a la desconfianza, vale decir, al síntoma
primario”. (Freud, 1976c).
Estos síntomas de compromiso llevan a que el yo no los considere como ajenos,
sino que es incitado a intentos de explicación para poder integrarlos al yo;
fenómeno que definió como “delirio de asimilación”, lo cual define como el comienzo
de una alteración del yo.
De esta manera, en línea con lo propuesto por Soengas, Pilar y Dinamarca
(2016) en esta primera época de trabajos psicopatológicos de Freud se ubica a la
psicosis y la neurosis dentro de una misma categoría: la neuropsicosis de
defensa. No obstante, es importante destacar que se marca diferencias con las
demás neuropsicosis, proponiendo, por un lado, que la psicosis alucinatoria
conlleva una pérdida de fragmento de realidad y, por otro lado, que la paranoia
implica un nivel de alteración del yo que no se encuentra presente en las otras
patologías.
Luego de esta primera parte de sus estudios, en los cuales ya se
encuentra ubicada la noción de mecanismos de defensa, represión y vivencia
sexual de la infancia, Freud vuelve a retomar la psicosis para relacionarla con
los sueños en “La interpretación de los sueños” (Szpilka, 1983). En esta obra
Freud (1976f) propone tres dimensiones en las que se ponen en contacto la
psicosis y el sueño:
1) Relaciones etiológicas y clínicas.
2) Alteraciones de la vida onírica en los casos de enfermedad mental.
3) Relaciones internas entre sueño y psicosis.
Respecto de este último punto, propone una serie de puntos que tienen en
común ambos fenómenos: el cumplimento del deseo y la transposición de
pensamientos en imágenes sensibles.
“El cumplimiento de deseo en cuanto
rasgo común al modo de representación del sueño y de la psicosis. Mis propias
investigaciones me han mostrado que aquí ha de verse la clave para una teoría
psicológica del sueño y de las psicosis (…) Barrocas conexiones de pensamientos
y debilidades en el juicio son los caracteres principales del sueño y la locura
(…) hallamos una sobrestimación de los propios rendimientos mentales que un
juicio sobrio consideraría insensato; al rápido decurso de las representaciones
en el sueño corresponde la fuga de ideas en la psicosis. En ambos falta toda medida
del tiempo. La escisión de la personalidad en el sueño que, por ejemplo, se
reparte entre dos personas lo que el sujeto sabe y hace que la extraña corrija
en el sueño corrija al yo propio, tiene exactamente el mismo valor que la
conocida escisión de la personalidad en la paranoia alucinatoria”. (Freud,
1976f, p.113)
Se observa la relación que mantiene la psicosis y el sueño en esta parte
de la obra, por lo que propone que el estudio de este podrá brindar
herramientas para comprender aquella. A su vez, la psicosis enseña sobre el
modo primario de funcionamiento del aparato, ya que los deseos inconscientes
buscan satisfacerse tanto en la vida onírica como en la vigilia. Las
alucinaciones del sueño como forma de cumplimiento de deseo tendrán su modelo
en la psicosis alucinatoria en donde se observa una permanente investidura por
parte de huellas inconscientes (De Battista, Agrazar y Martín, 2016).
Psicosis como neurosis narcisista
A partir de esta instancia la obra de Freud (1976) se enfocará al
estudio de la neurosis, especialmente a partir del estudio del rol que tienen
las mociones pulsionales y la fantasía en la aparición de síntomas neuróticos.
De todas maneras, la psicosis no será erradicada del desarrollo de sus
investigaciones, sino que el trabajo respecto de las neurosis brindará los
lineamientos teóricos para comprender la psicosis, vale decir, que la psicosis
no consistía de una alteración orgánica, sino que también era producto de un
conflicto de orden psíquico (Soengas, Del Pilar & Dinamarca, 2016).
En este sentido, es que se inscribirán las teorizaciones sobre la
psicosis a partir de la segunda década del siglo XX. Freud (1976) propuso a la
paranoia como un conflicto frente a deseo homosexual inconsciente; ante al
avance de la libido homosexual se reacciona a partir de un delirio de
persecución. Estas primeras teorizaciones, que tomaran mayor profundidad a la
hora de indagar el caso Schreber, comenzaban a tener presencia en un caso
abordado en 1907 sobre una mujer que presentaba un delirio celotípico sobre su
marido:
“Desde un punto de vista teórico el caso ha confirmado lo que yo ya
sabía, que en estas variedades de paranoia lo que ocurre es que la libido ha
sido retirada del componente homosexual. Todas las mujeres por las cuales
sospecha de su marido en realidad la atraen a ella, a consecuencia de una
fijación homosexual juvenil. Ella lucha contra esta atracción y la proyecta
sobre su esposo; su amor hacia él se ha visto fortalecido porque ha sido
retirado de las mujeres. A través de los celos ella realiza entonces, en su
esposo, su idea juvenil de una potencia increíble” (Freud & Ferenczi, 1908;
citado en Varela y Oporto, 2018, p. 37).
De esta manera, el surgimiento de la sintomatología delirante en esta
paciente surge de sus deseos reprimidos de infidelidad. De todas formas, a
partir del caso Schreber, Freud (1976g) detectará que en la paranoia ocurre una
regresión de la vida sexual diferencial a la acontecida en las neurosis, además
de que la fantasía sufre una deformación distinta ya que se presenta
completamente consciente (Varela y Oporto, 2018).
En el caso de Schreber, la fantasía homosexual toma un rol central. En
primer lugar, se observa la fantasía que experimenta Schreber sobre ser una
mujer penetrada frente a la cual reacciona con un fuerte rechazo debido a que
se contrapone a su posición viril. Freud (1976g) relaciona esta fantasía con el
contenido del delirio que Schreber presentaba, primero en su relación con el
doctor Flechsig y luego frente a Dios (Varela y Oporto, 2018). El delirio se
organiza primeramente en torno a Flechsig, ubicándolo como el responsable del
almicidio (muerte de las almas) y agresor sexual de Schreber al transformarse
en mujer. Luego el delirio sustituye al médico por la figura de Dios, en donde
la transformación en mujer tendrá como función dar a luz una nueva raza
criaturas.
“Nos enteramos de que la mudanza en
mujer (emasculación) fue el delirio primario, juzgado al comienzo como un acto
de grave daño y de persecución, y que sólo secundariamente entró en relación
con el papel de redentor. Es indudable, también, que al principio estaba destinada
a producirse con el fin del abuso sexual y no al servicio de propósitos
superiores.
Expresado en términos formales: un delirio de persecución sexual se
trasformó en el paciente, con posterioridad, en el delirio religioso de
grandeza. E inicialmente hacía el papel de perseguidor el médico que lo
trataba, profesor Flechsig; más tarde Dios mismo ocupó ese lugar” (Freud,
1976g, p18).
De esta manera Freud (1976g) propone que la representación “yo amo a un
varón” es el núcleo del conflicto, del cual derivan varias contradicciones que
caracterizan a distintas manifestaciones de la paranoia:
1)
“yo no lo amo, pues lo odio” en el delirio de persecución,
2)
“yo no lo amo, pues yo la amo” en la erotomanía,
3)
“yo no amo al varón/mujeres, el/la las/os ama” en el delirio de celos.
4)
“yo no amo a nadie, me amo a mi” delirio de grandeza.
No obstante, como mencionan Carbone, Kopevolich, Moreno y Piazze (2016),
aunque Freud (1976g) apela a una aproximación al caso con el esquema de
neurosis, observándose un elemento actual (moción homosexual) en conflicto con
una moción infantil (pertenecientes a un Edipo negativo), rápidamente da cuenta
que este no es el factor diferencial de la paranoia, ya que este contenido también
puede verse en otras neurosis.
El modelo sobre el mecanismo psíquico detrás de la neurosis encuentra un
obstáculo empírico, ya que resulta limitado para abordar lo que se manifiesta
en Schreber. En el caso de la paranoia se observa que los intentos de
realización de la fantasía inconsciente no son reprimidos, sino que se busca
darle cumplimiento. De esta manera el modelo de la neurosis (en donde el
intento de la libido por satisfacerse partir de la regresión a puntos de
fijación vía las fantasías es reprimido al entrar en conflicto con el yo) no
parece aplicar a los casos de paranoia.
Por lo tanto, Freud (1976h) indagará en el funcionamiento particular de
la libido en estos casos de paranoia, estableciendo por primera vez el concepto
de Narcisismo. Este consiste de una etapa en el desarrollo libidinal que se
encuentra entre el autoerotismo y el objeto de amor, en el cual la libido
inviste al propio cuerpo para luego investir uno ajeno.
“El individuo, se toma primero a sí mismo, a su cuerpo, como objeto
amoroso, antes de pasar de este a la elección objeto de una persona ajena. Esta
fase mediadora entre autoerotismo y elección de objeto, que es parte del desarrollo
normal, suele verse alterada en algunas personas que se detienen en ella un
tiempo largo, lo que hará que esta posible fijación al narcisismo perdure en
ulteriores estadios de la evolución y que cobre fundamental importancia en las
psicosis y no sólo en la elección hetero u homosexual. (Freud, 1976h, p. 56)
De esta manera, se encuentra una primera diferenciación respecto de la
causalidad detrás de la neurosis y psicosis: en la paranoia la libido no
investiría a la fantasía, sino que investiría al yo. Esta división se
profundizará a partir de “Introducción al Narcisismo”, en donde se Freud (1976h)
propone que la resignación del vínculo con la realidad, factor común entre
ambas patologías, se resolverá de manera distinta: en las primeras se investirá
la fantasía y en las segundas es reconducida al yo (Carbone, et.al, 2016). No
obstante, este desinvestimiento inicial no resulta total, ya que la libido
busca restituirse hacia la realidad a partir del delirio.
“Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante,
es, en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción (…) Lo que
se nos hace notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace la
represión y reconduce la libido a las personas por ella abandonadas. En la
paranoia, este proceso se cumple por el camino de la proyección. No era
correcto decir que la sensación interiormente sofocada es proyectada hacia
afuera; más bien inteligimos que lo cancelado adentro retorna desde afuera”. (Freud, 1976h, p.65-66)
El término “cancelado” será utilizado posteriormente en “Introducción al
Narcisismo”, para referir que en las neurosis no se da una cancelación del
vínculo erótico con personas y cosas (Carbone, et.al, 2016). De esta manera, el
proceso de cancelación parecería ser un factor diferencial entre ambas
patologías. Interesa destacar este punto ya que Lacan retomará esta noción de
proyección para construir el concepto de forclusión.
Como se observa, a partir del estudio del caso Schreber, Freud (1976g) comenzará
a diferenciar al proceso subyacente a los síntomas psicóticos de los
neuróticos. El rol del narcisismo en la constitución de las paranoias, y otras
patologías que ubicará bajo el término parafrenia, se profundizará a partir de
“Introducción al Narcisismo” (Freud, 1976h).
El desasimiento libidinal respecto del mundo exterior, mecanismo que
acontece dentro de la psicosis, no solo se encuentra también en la neurosis,
sino que no es necesariamente un proceso patológico; en este sentido, también
menciona que se encuentra en el dormir. Lo que diferenciaría a las parafrenias
sería la cancelación del interés libidinal por los objetos y personas; aspecto
que en las neurosis continúa a través de las fantasías (Freud, 1976h). Por lo
tanto, para explicar esta cancelación, propone la presencia de factores
constitucionales/disposicionales, a saber, una fuerte fijación libidinal en el
estadio narcisista. Por lo tanto, cuando un proceso lleva que se quite la
libido de los objetos y se convierta en narcisista, la misma no puede hallar el
camino de vuelta (Varela y Oporto, 2016). De esta manera propone como mecanismo
para comprender la formación de síntoma:
“(…) en aquellas (las parafrenias), la libido liberada por frustración
no queda adscrita a los objetos en la fantasía, sino que se retira sobre el yo;
el delirio de grandeza procura entonces el dominio psíquico de este volumen de
libido, vale decir, es la operación psíquica equivalente a la introversión
sobre las formaciones de la fantasía en las neurosis de trasferencia; de su
frustración nace la hipocondría de la parafrenia, homologa a la angustia de las
neurosis de trasferencia (…) En las parafrenias tenemos el intento de
restitución, al que debemos las manifestaciones patológicas más llamativas.” (Freud, 1976h, p.83).
Freud (1976h) propone que el desasimiento de la libido de los objetos
es, a menudo, parcial, por lo que se pueden observar tres tipos de
manifestaciones de la parafrenia:
1)
Normalidad conservada o neurosis (manifestaciones residuales).
2)
Proceso patológico (desasimiento de la libido respecto de objetos, de donde
surge luego delirio de grandeza, hipocondría, perturbación afectiva, y todas
las regresiones).
3)
Las de restitución, en donde deposita la libido de nuevo en los objetos.
De esta manera, logra articular la aparición de la sintomatología
psicótica, o de las parafrenias, con la teoría general de la libido y la
etiología sexual, tesis que generó fuerte rechazo en el campo de la psiquiatría
(Varela y Oporto, 2016). Un último aspecto que brinda al aporte del estudio de
la psicosis (parafrenia) radica en que el accionar de la libido en estas
patologías explica el carácter refractario que la misma tiene hacia el
tratamiento psicoanalítico:
“Los enfermos que he propuesto
designar «parafrénicos» muestran dos rasgos fundamentales de carácter: el
delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del mundo
exterior (personas y cosas). Esta última alteración los hace inmunes al
psicoanálisis, los vuelve incurables para nuestros empeños”. (Freud, 1976h, p.
72).
La
psicosis como desmentida de la realidad objetiva
A partir del giro que realiza su teoría en los años 20’ en la cual
construye su segunda tópica, Freud brinda dos textos centrales para el estudio
de la psicosis: “La pérdida de realidad en la neurosis y psicosis” (Freud1976e)
y “Neurosis y psicosis” (Freud, 1976d).
En primer lugar, es necesario delimitar que la terminología utilizada
anteriormente: el término “neurosis” (a secas) se utilizará para referir a las
neurosis de transferencia (neurosis obsesiva, histeria e histeria de angustia),
“psicosis” lo utiliza para referir a lo que en la década anterior refería como
neurosis narcisistas parafrenias (paranoia, esquizofrenia y confusión
alucinatoria), y por último, restringe el uso del término “neurosis
narcisistas” a la melancolía (la cual se encontraba anteriormente en las
parafrenias también).
A partir de la delimitación de la terminología utilizada en este período,
se requiere de establecer la diferenciación entre ambas estructuras. En
“Neurosis y psicosis” Freud (1976d) establece que en la neurosis el yo, en
vasallaje de la realidad, sofoca un fragmento del ello; mientras que en la
psicosis el yo, dominado por el ello, sacrifica una porción de realidad, es
decir, contenido objetivo.
No obstante, en “La pérdida de realidad en la neurosis y psicosis”
(Freud, 1976e) se agrega una diferencia más a este esquema. Freud (1976e) procura
dividir los procesos de producción de síntomas en dos pasos: en primer lugar,
respecto de la neurosis, establece que se da una represión de la moción
pulsional al servicio de la realidad; momento que no resulta en sí mismo patológica.
El segundo momento se caracteriza por un resarcimiento hacia el ello, es decir,
una reacción contra la represión y el consecuente fracaso de esta. Este momento
sí puede considerase como patológico, ya que acontece el aflojamiento de la
relación con la realidad, constituyendo la neurosis.
Freud (Freud, 1976e) recupera un caso clínico en el cual una mujer,
enamorada de su cuñado, al morir su hermana piensa “ahora queda libre y podré
casarme con él”. Debido a los displacentero de esta idea, la paciente la olvida
y se inicia un proceso de regresión con sus consecuentes dolores histéricos: (…) Ella desvaloriza la alteración objetiva
reprimiendo la exigencia pulsional en cuestión, vale decir, el amor por el
cuñado. (Freud, 1976e, p. 194)
Frente a esta situación que acontece en la neurosis, Freud establece que “La reacción psicótica habría sido
desmentir el hecho de la muerte de la hermana”. (Freud, 1976e, p. 194). De
esta manera, en la psicosis el yo, en obediencia del ello, se arranca de la
realidad objetiva, es decir, acontece un no reconocimiento de la realidad,
compensando la pérdida de esta a partir de una reconstrucción distinta del
mundo objetivo. En la psicosis el “cómo”, primer momento, acontecería en forma
de una huida de la realidad y el segundo momento como un intento de
reconstituirla:
“El segundo paso de la psicosis quiere también compensar la pérdida de realidad,
mas no a expensas de una limitación del ello —como la neurosis lo hacía a
expensas del vínculo con lo real—, sino por otro camino, más soberano: por
creación de una realidad nueva, que ya no ofrece el mismo motivo de escándalo
que la abandonada”. (Freud, 1976e, p. 195)
No
obstante, la sintomatología distinta de ambas patologías, en ambas el segundo
momento busca la restauración de lo perdido en el primer momento. En este
sentido, en la psicosis se establece que el
delirio se presenta como un parche colocado en el lugar donde originariamente
se produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior”
(Freud, 1976e). De esta manera el proceso de reparación se da en ambas, pero en
el caso de la psicosis consiste de la reconstrucción del mundo a través del
delirio.
“Tanto neurosis como psicosis expresan la rebelión del ello contra el
mundo exterior; expresan su displacer o, si se quiere, su incapacidad para
adaptarse al apremio de la realidad. Neurosis y psicosis se diferencian mucho
más en la primera reacción, la introductoria, que en el subsiguiente ensayo de
reparación (…) la neurosis no desmiente la realidad, se limita a no querer
saber nada de ella; la psicosis la desmiente y procura sustituirla”. (Freud,
1976e)
De esta manera se encuentran bien diferenciadas ambas enfermedades. En
primer lugar, en la neurosis el yo reprime una moción pulsional al servicio de
la realidad. Luego de esto se brinda algún tipo de resarcimiento al ello
(fracaso de la represión) a costa de perder una porción de realidad; el
neurótico se refugia en la fantasía y busca modalidades de satisfacción
resignadas. En este segundo paso es en donde acontece la neurosis (Soengas, Del
Pilar y Dinamarca, 2016).
Frente a esto, en la psicosis la reacción a la frustración produce la
salida del yo de la realidad. En un segundo momento se busca restituir este
nexo con la realidad, pero sin brindar limitaciones al ello, por lo que se
constituye una realidad adaptada que permita estar en sintonía con el ello
(desmentida de la realidad objetiva) (Soengas, Del Pilar y Dinamarca, 2016).
La revisión cronológica de la obra de Freud (1976) en busca de detectar
sus distintas teorizaciones sobre la psicosis ha permitido vislumbrar la
nosografía que ha desarrollado en distintas épocas y la relación que ha habido
entre ellas (tabla 1):
Tabla 1
Período
|
Neuropsicosis
de defensa
|
Neurosis
actuales
|
Neurosis
de transferencia
|
Neurosis
narcisistas
|
Psicosis
|
(1894-1911)
|
· Histeria.
· Neurosis obsesiva
· Fobia
· Psicosis alucinatoria
· Paranoia
|
·Neurosis de angustia.
·Neurastenia
|
|
|
|
(1911-1923)
|
|
· Neurosis de angustia.
· Neurastenia
|
· Histeria de conversión
· Histeria de angustia
· Neurosis obsesiva
|
· Paranoia
· Esquizofrenia
· Melancolía
|
|
(1923-1928)
|
|
· Neurosis de angustia
· Neurastenia
|
· Histeria de conversión
· Histeria de angustia
· Neurosis
obsesiva
|
· Melancolía
|
· Esquizofrenia
· Paranoia
· Confusión
alucinatoria
|
Nosologías propuestas por Freud en 3 períodos de su teoría.
Nota:
elaborado a partir de datos obtenidos de Soengas, Del Pilar y Dinamarca (2016).
Como se observa el recorrido por la obra de
Freud (1976) puede diferenciarse entre una primera aproximación a la psicosis
como una variante de las neuropsicosis de defensa, presentando un mecanismo de
defensa similar a la histeria y la neurosis obsesiva. Luego, aunque continúa
haciendo uso del esquema de la neurosis para entender el surgimiento de la
psicosis (acontecimiento actual y mociones infantiles), comienza a esbozar la
teoría de un mecanismo represión y formación de síntomas diferencial respecto de
la neurosis. En este punto surgen sus teorizaciones sobre el narcisismo,
estableciendo una diferenciación y oposición entre neurosis y psicosis. Aunque
esta diferenciación continúa en sus elaboraciones, en sus desarrollos
posteriores se observará un acercamiento entre ambas patologías. Aunque presentan mecanismos distintos, en ambas se observa un primer momento en
donde se observa un conflicto entre ello y yo; luego un segundo paso de
restitución de aquella instancia comprometida en el primer momento: en el caso
de la neurosis una restitución para el ello, y en el caso de la psicosis una
restitución de la realidad (aunque esta no sea una vuelta al nexo con la
realidad objetiva) (Soengas, Del Pilar y Dinamarca,
2016).
Tratamiento
de la psicosis en Freud
Esta diferenciación entre la psicosis como
una neuropsicosis de defensa y como una patología con un mecanismo psíquico
diferente al que caracteriza a la neurosis, reflejará también la distintiva
postura de Freud (1976h) respecto del tratamiento de la neurosis.
En este sentido, bajo el paradigma de la
neuropsicosis de defensa, la distinción entre lo analizable y no analizable, vale
decir, aquellos casos a los que puede aplicarse el método psicoanalítico, se
daba entre las neuropsicosis de defensa y las neurosis actuales. De esta manera
lo analizable sería la etiología sexual y la presencia del mecanismo de defensa
(Martín, Maugeri, Lozano y Ochoa de la Maza, 2016).
A partir del período de su obra en la que se
diferencia entre neurosis y psicosis en base al rol que tiene el narcisismo en
esta última, se presentará en sus textos un escepticismo creciente respecto de
la aplicación del tratamiento psicoanalítico en la psicosis. Su teoría del
narcisismo permitirá esbozar que la investidura de la libido sobre el yo anula
la transferencia que constituye el tratamiento (Martín, et.al, 2016). La cura
se caracteriza por volver consciente lo inconsciente en pos de que la libido se
encuentra nuevamente disponible para volcarse en objetos de la realidad; a
partir de esto es que el psicoanalista resulta investido por la libido.
De esta manera, el tratamiento se orienta
cada vez más hacia la transformación de los síntomas en formaciones
transferenciales. En este sentido es que hará énfasis en la importancia del
diagnóstico diferencial en las primeras sesiones para poder detectar la
plausibilidad del tratamiento:
“El psicoanalista, empero, en el caso
desfavorable ha cometido un yerro práctico, se ha hecho culpable de un gasto
inútil y ha desacreditado su procedimiento terapéutico. Si el enfermo no padece
de histeria ni de neurosis obsesiva, sino de parafrenia, él no podrá mantener
su promesa de curación, y por eso tiene unos motivos particularmente serios
para evitar el error diagnóstico”. (Freud, 1976k, p. 126).
Belucci (2009) propone que en esta fase de
la obra freudiana se agrega una segunda coordenada a la cura analítica: “la
erótica”. La primera coordenada consiste de la “retórica”, establecida desde el
paradigma de las neuropsicosis de defensa, a partir de la asociación libre. La
“erótica” implica la importancia del lazo transferencial para la cura. En este
período, el narcisismo se ubica como el gran obstáculo para la cura dado que el
amor de transferencia, motor de la asociación libre, no será posible (Belucci,
2009).
Capítulo 7
La Psicosis en la obra Lacaniana
La obra de Jacques Lacan,
aunque su base sea la teoría freudiana, estuvo orientada a dar unos pasos
fundamentales que van más allá de lo producido por Freud respecto de las
psicosis. Esta estructura tomó un rol central en su revisita a Freud en los
primeros seminarios, en los cuales buscó realizar un retorno al autor para
superar las limitaciones que observaba en la terapéutica psicoanalítica postfreudiana
(Belucci, 2009). En este sentido, la revisión de la obra tiene como objetivo
último superar el rechazo en Freud respecto del tratamiento de la psicosis.
La obra de Lacan resulta
sumamente prolífica, abarcando casi 50 años de investigación y producción
teórica. A diferencia del estudio de las demás estructuras (neurosis y
perversión) la obra de Lacan tuvo un período específico en donde se orientó a
la sistematización del mecanismo de la psicosis y su posible tratamiento; período
que abarco entre 1955 y 1958. La psicosis continuará siendo abordada a lo largo
de su obra, particularmente a partir de sus últimos trabajos sobre teoría de
los nudos, pero no con el de sistematicidad de este período.
El estudio de las psicosis en
la obra de Lacan se remonta a la tesis doctoral sobre un caso de paranoia
(Lacan, 1979). En este trabajo ubicó dentro del grupo de las psicosis un
conjunto de cuadros cómo la locura, paranoia y esquizofrenia, los cuales tienen
en común la ausencia de lesiones orgánicas, a diferencia de las demencias, por
lo que les asignó a estas una etiología en la síntesis psíquica, es decir, en
la personalidad. En este trabajo, ya se encuentra esbozada la importancia de
encontrar la estructura para poder diferenciar entre aspecto estructurales
constantes, de aquellos que pueden presentar variaciones sin repercutir en el
conjunto (Godoy, 2012).
Para revisar sus aportes a las
psicosis se propone detenerse en dos etapas de su obra: sus primeros
desarrollos de la psicosis propuestos en el seminario III (Lacan, 1984) y en el
escrito “Cuestión preliminar para todo tratamiento posible de la psicosis”
(Lacan, 1971) en la cual toma primacía el déficit en el orden simbólico para
entender la problemática (Iglesias, 2006) y una segunda etapa a partir del
seminario XXII (Lacan, s.f.) y seminario XXIII (Lacan, s.f.) en el cual se
estudia la estructura psicótica a partir de la teoría de los nudos.
Psicosis como déficit simbólico (1955-1958)
La década del 50 en la obra Lacaniana,
especialmente a partir de 1955 se enfocará en plantear un más allá de Freud
(1976) respecto de la psicosis que permita definir un tratamiento posible para
esta. Como fue mencionado, el hecho de que el dispositivo psicoanalítico se
encuentre asentado a partir de la transferencia y dado que las psicosis no
parece poder investir al otro libidinalmente, en la obra freudiana no quedaría
lugar para abordar este tipo de padecimiento.
En este período, Lacan
propondrá dos tipos de abordajes para el análisis de la psicosis (Schejtman,
2012):
Por un lado, la fase
diacrónica, orientada al desarrollo del trastorno, particularmente en tres
etapas: los modos en que una estructura psicótica se sostiene sin
desencadenarse (“psicosis sin psicosis”); el tiempo del desencadenamiento, en
donde aquello que mantenía compensado al sujeto deja de ser suficiente y la
psicosis se declara de modo franco (momento que se divide entre prepsicótico y
propiamente psicótico); y una etapa en donde se acontece la estabilización.
Por otro lado, se encuentra el
estudio sincrónico de la psicosis, orientado al mecanismo de formación de
síntomas propio de la psicosis, que marca diferencia respecto de la estructura
neurótica.
Dimensión sincrónica de la psicosis
El estudio sincrónico de la
psicosis en Lacan iniciará en el Seminario III, a partir del comentario
realizado por Jean Hyppolite (1971) del término Verneinung, utilizado por Freud
(1976l) en el texto “La Negación” (Freud, 1976l):
“Lo que destacaba claramente su
análisis de este texto fulgurante, es que, en lo inconsciente, todo no está tan
solo reprimido, es decir, desconocido para el sujeto luego de haber sido verbalizado,
sino que hay que admitir detrás de la verbalización, una Bejahung primordial,
una admisión en el sentido simbólico, que puede faltar”. Este punto se cruza
con otros textos de Freud, especialmente con un pasaje todo lo explícito
posible donde Freud admite un fenómeno de exclusión para el cual el término Verwefung
parece válido, y se distingue de la Verneinung, la cual se produce en una etapa
ulterior. Puede que un sujeto rehúse el acceso, a su mundo simbólico, de algo
que sin embargo experimentó, y que en esta oportunidad no es ni más ni menos
que la amenaza de castración (…) lo reprimido siempre está ahí y se expresa de
modo perfectamente articulado en los síntomas y en multitud de otros fenómenos.
En cambio, lo que cae bajo la acción de la Verwerfung tiene un destino
totalmente diferente (…) todo lo rehusado en el orden simbólico, en el sentido
de la Verwenfung, reaparece en lo real (Lacan, 1984, p. 23-24)
En esta cita se observa que Lacan
retoma el término Verwerfung, el cual fue utilizado por Freud en el “Historial
del Hombre de los Lobos” (Freud, 1976m), a propósito de la alucinación de un
dedo cortado, fenómeno que demandó a Freud utilizar otro mecanismo diferente a
la represión (Schejtman, 2012). Esta operación toma un rol central dentro de la
psicosis no tanto por ser un proceso inherente a la estructura, dado que en
todo sujeto se da la no inscripción de significantes, sino que en el caso de la
psicosis no acontece la inscripción del Nombre-del-Padre. En este sentido al
abordar el punto de crisis en el caso Schreber propone:
¿Cuál es el significante que
está en suspenso en su crisis inaugural?
La significante procreación en su forma más problemática, aquella que el
propio Freud evoca a propósito de los obsesivos, que no es la forma de ser madre, sino de ser padre (…) Según todas las apariencias, el presidente Schreber
carece de ese significante fundamental que se llama ser padre (…) la
problemática de la Couvade, por
problemática que nos parezca, puede situarse como una asimilación insegura,
incompleta de la función ser padre.
(Lacan, 1984, pp. 416-418)
Los efectos de esta no
inscripción, o forclusión, del Nombre-del-Padre será explayada en el texto
“Cuestión preliminar para todo tratamiento posible de la psicosis” (Lacan,
1976). Este texto forma parte de sus escritos, por lo que presenta una mayor
sistematización del rigor conceptual de los desarrollos realizados en sus
seminarios, específicamente en el N° 3 y el N° 5 para la elaboración de su
teoría de la psicosis (Belucci, 2009).
En este artículo, Lacan (1971)
establece el esquema R (figura 1), el cual resulta de la complejización del
esquema Z, el cual surge a la vez de una simplificación del esquema Lambda. En
el esquema R se detalla la estructura de la relación del sujeto al Otro, en la
cual se inserta el campo de la realidad (Belucci, 2009). En este sentido la
estructura de la realidad dependerá de cómo se establece la relación con el
Otro (A):
“(…) la condición del sujeto
(S) (neurosis o psicosis) depende de lo que tiene lugar en el Otro (A). Lo que
tiene es articulado como un discurso (el inconsciente es el discurso del Otro).
“En ese discurso ¿cómo se
interesaría el sujeto si no fuese parte interesada? Lo es, en efecto, en cuanto
esta estirado en los 4 puntos del esquema: a saber, S, su inefable y estúpida
existencia, a, sus objetos, a´ su yo, a saber, lo que se refleja de su forma en
sus objetos, y A el lugar donde puede planteársele la cuestión de su
existencia”. (Lacan, 1971, p. 550-551).
Figura 1. Esquema R (Lacan, 1971)
|
Nota: φ (falo imaginario); m (yo); i (yo
ideal); S (sujeto); I (imaginario); ´I (Ideal del Yo); M (significante
materno); R (realidad) a´ (otro imaginario); a (objeto); ´S (simbólico); A
(Otro); P (Nombre del Padre)
Como fue mencionado, el esquema
R consiste del esquema z, pero cerrado, conformando dos triángulos que se
diferenciaban entre dimensión imaginaria y simbólica.
El triángulo simbólico estaría
compuesto por 3 elementos: I (ideal del yo), M (significante del objeto
Primordial, a saber, la Madre) y P (Nombre del Padre, ubicado en A) (Lacan,
1971).
En el triángulo simbólico Lacan (1971) ubica
al Nombre del Padre en el lugar A, lo cual implica la inscripción de la Ley en
el lugar del Otro. La ubicación del Padre en la posición del Otro implica la
separación entre I y M, es decir, el hijo y la madre a la vez que el lugar del
Otro logra ser distinguible de su representante primordial, vale decir, la
Madre (Belucci, 2009). De esta manera la ausencia de esta operación, plasmada
por Lacan en la Metáfora Paterna (Figura 2) sería la que caracteriza la
estructura de la Psicosis.
*
>>> Nombre-del-Padre (
)
Figura 2. Metáfora paterna (Lacan, 1971, p.
539)
Frente a esto, se encuentra el
triángulo imaginario en el cual la significación del sujeto será posible solamente
por efecto del falo; significación que va a afectar el sostén del campo de
realidad.
Este triángulo estaría
compuesto por las figuras imaginarias investidas por el sujeto, lo cual
compensa la prematuración humana mediante la alienación imaginaria con el otro.
El otro elemento que compone este triángulo es el falo imaginario que permite
la reducción de la tensión y agresividad que implica la alienación con las
figuras imaginarias.
En resumen, Lacan (1972) establece:
“Así, si se consideran los vértices
del triángulo simbólico: I como ideal del Yo, M como el significante del objeto
primordial, y P como la posición del Nombre del Padre, se puede captar como el
prendido homológico de la significación del sujeto S bajo el significante falo
puede repercutir en el sostén del campo de la realidad, delimitado por el
cuadrángulo MimI. Los otros dos vértices de éste, i y m, representan los dos
términos imaginarios de la relación narcisista, o sea el yo y la imagen
especular”. (p. 535).
En conclusión, la no inscripción
del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, implicaría una serie de
consecuencias en distintas dimensiones que explican los fenómenos observados en
la psicosis (Belucci, 2009):
·
Ausencia de separación entre el niño y la madre. La entrada
del padre al drama edípico como portador del falo, estabiliza el vínculo
mortífero madre-niño, posibilitando una vía de escape al niño.
·
Ausencia de diferenciación entre el lugar del otro y el
representante materno.
·
Ausencia de sustracción del sujeto como ex-sistente al Otro.
Esto implica la no separación del sujeto respecto del triángulo edípico,
estructura que se articula en el Otro.
·
Falta de regulación por parte del falo imaginario de la
relación imaginaria entre el yo y el semejante. La ausencia del significante
fálico, puesto en funciones por el Padre, no da lugar al establecimiento del
falo imaginario.
·
Falta de delimitación del campo de la realidad,
imposibilitando la diferenciación entre la realidad y el espacio propiamente
psíquico.
Dimensión diacrónica
Frente a la dimensión
sincrónica se encuentra el desarrollo temporal que caracteriza las distintas
etapas de los fenómenos psicóticos. El criterio diacrónico puede diferenciarse
entre tres etapas (Schejtman, 2012; Mazzuca, 2012):
1.
Período Prepsicótico: este
período consiste del momento inicial del proceso psicótico, durante el cual no
surgen signos o síntomas patognomónicos de la psicosis. La fase pre psicótica
abarca los primeros momentos de una psicosis desencadenada, por lo tanto, no
consiste de una etapa anterior a la psicosis (Mazzuca, 2012).
Lacan menciona que el período prepsicótico se inaugura a partir del
planteamiento de una pregunta sin que sea el sujeto quien la haya formulado:
“Un mínimo de sensibilidad que da nuestro oficio, permite palpar algo que
siempre se vuelve a encontrar en lo que se llama la prepsicosis, a saber, la
sensación que tiene el sujeto de haber llegado al borde del agujero (…) se
trata de concebir, no de imaginar, qué sucede para un sujeto cuando la pregunta
viene de allí donde no hay significante, cuando el agujero, la falta, se hace
sentir como tal”. (Lacan, 1984, p. 289).
De esta manera la falla en
la estructura sincrónica despliega sus efectos diacrónicamente a partir del
momento en que se da el llamado del sujeto a un significante que nunca ha estado;
por lo tanto, se experimenta la aproximación a un agujero significante (Lacan,
1972).
Dentro de los fenómenos
observados en el momento de enfrentamiento del agujero, Lacan (1984) ubica la
experiencia de la perplejidad, la cual no remite a la falta de significado sino
de un significante, es decir, a la experiencia de la falta de un significante
(Lacan, 1984). Otra manifestación de este momento, aunque también se encuentran
en la etapa psicótica, consiste de la presencia de fenómenos de franja o de
borde:
“Quisiera hacerles notar como se
manifiesta la aparición de la pregunta formulada por la falta del significante.
Se manifiesta por fenómenos de franja donde el conjunto del significante esta
puesto en juego. Una gran perturbación del discurso interior, en el sentido
fenomenológico del término, se produce, y el Otro enmascarado que siempre está
en nosotros, se presenta de golpe iluminado, revelándose en su función propia.
Esta función entonces es la única que retiene al sujeto a nivel del discurso,
el cual amenaza faltarle por completo, y desaparecer. Este es el sentido del
crepúsculo de la realidad que caracteriza la entrada en la psicosis.” (Lacan
1984, p. 293)
Cuando estos fenómenos se
manifiestan en el registro de la voz consisten de murmullos o cuchicheos,
carcajadas, fenómenos verbales, pero asemánticos. Cuando aparentemente ocurren
del lado del sujeto resultan de gritos o risas que, aunque producida por el
sujeto, lo sorprenden dada su exterioridad (Mazzuca, 2012). En el registro de
la mirada son fenómenos del orden del brillo, trayectorias de algún modo
visibles pero que no constituyen exactamente imágenes visuales (Mazzuca, 2012).
2. Psicosis: esta etapa da
inicio a partir de la aparición de la certeza la cual surge por la presencia de
uno o dos significantes que se erigen de manera aislada y absoluta. En esta
etapa el delirio acontece cuando el Otro toma la iniciativa, en donde la
iniciativa está fundada en una actividad subjetiva. “El Otro quiere esto, y
quiere sobre todo que se sepa, quiere significarlo” (Lacan, 1984, p. 275). La
falla abierta en la estructura del mundo exterior, es colmado por la pieza
agregada que es el fantasma psicótico (Lacan, 1984).
3. Compensación: esta etapa ha
sido conceptualizada por Lacan cómo “Metáfora Delirante”. En este contexto, la
certeza continúa presente, pero está articulada con otros significantes, lo que
permite una organización lógica y argumentación de la misma (Mazzuca, 2012a).
En esta instancia se encuentra mucho más pacificado el sujeto; buena parte del
goce amalgamado a los significantes de la segunda fase logra drenarse.
Posición del analista frente al déficit en
lo simbólico de la psicosis.
Como fue mencionado, la
importancia asignada por Lacan a revisitar a Freud para formular teorías sobre
la psicosis radica en su interés por llevar a cabo un abordaje analítico de los
sujetos que presentan esta estructura.
En este sentido, en el
seminario 3, Lacan (1984) dedica una clase titulada “Secretarios del Alienado”
para abordar la pregunta sobre el tratamiento y la posición que el analista
debe tomar. En esta clase le pregunta a su público sobre una exposición de
enfermos realizada anteriormente:
“¿No les impactó, a quienes
allí estaban, ver hasta qué punto se obtiene algo mucho más vivaz si, en lugar
de tratar de determinar cómo sea si la alucinación es verbal, sensorial o no
sensorial, simplemente se escucha al paciente?” (…) “¿Por qué entonces juzgar
por adelantado la caducidad de lo que proviene de un sujeto que se presume
pertenece al orden de lo insensato, pero cuyo testimonio es más singular, y
hasta cabalmente original? Por perturbadas que puedan ser sus relaciones con el
mundo exterior, quizá su testimonio guarda de todos modos valor (Lacan, 1984,
p. 296, 298).
De esta manera, Lacan (1984)
advierte que el delirio de las psicosis alucinatorias crónicas expresa una
relación singular del sujeto respecto del sistema de lenguaje. En este sentido
es necesario tomar el testimonio del sujeto sobre su posición respecto del
lenguaje, para tomarlo en cuenta en el análisis del sujeto con este. Esta
posición de apertura es congruente con la ética del psicoanálisis y la
necesaria posición de ignorancia congruente con el deseo del analista.
Por otra parte, ser secretario
del alineado implica no solo ser destinatario del testimonio del sujeto sino
también participar y contribuir en cierta operación que funcione como barrera
del goce (Amigone, 2019). En este sentido, Belucci (junio, 2014) propone la
noción de que la transferencia se ubique en una función de terceridad que opera
en acto una separación con el Otro y apunta a que se sostenga más allá. El
autor propone tres vertientes de la transferencia en donde se cumple esta
función:
·
Ubicación
del analista como semejante: en las psicosis la transferencia permite instituir
un imaginario que sostiene la posible circulación de un semejante, que viene a
la escena fantasmática que se encuentra ausente. Esta posición busca frenar el
Goce invasivo del Otro a partir de no recusar ni convalidar la experiencia
alucinatoria o persecutoria. En esta
vertiente la charla cumple una función central para confirmar la presencia de
otro semejante, distinto del Otro del goce.
·
Ubicación
del analista como destinatario del testimonio del sujeto: en línea con la
noción de secretario del alienado, esta implica la producción por parte del
sujeto de un saber que permite algún tipo de anticipación de lo real y de sus
posibles respuestas. Esta posición da cuenta de los efectos que tiene otorgarle
la palabra al sujeto para restar su posición de objeto del Otro.
·
Orientación
del goce: en este caso Belucci (2016) refiere a la importancia de que el lugar
del analista funcione como suplencia en acto de la Ley paterna como aquello que
posibilite una terceridad. Siguiendo los aportes de Soler, el autor propone una
orientación limitativa que implica una negación por parte del analista que se
ubique en un lugar distinto de la estructura imperativa del sujeto. Frente a
esta menciona una orientación positiva apoyada en la instrumentación
significante de un Ideal, el cual no debe ser producido por el analista, sino
que debe ser obtenido del decir de los pacientes.
Belucci
(2016) define a estas posiciones cómo propuestas de una transferencia psicótica
en donde el analista se ubicará como una “suplencia”. Este término vendría a
referir un tipo de respuesta frente a las carencias de la estructura, en este
caso, el fracaso de la Ley Paterna. A su vez, “suplencia” hace referencia a que
se daría una restitución, es decir, que nunca podría equipararse a aquello que
falta estructuralmente, por lo tanto, no cuenta con alguna garantía.
De
esta manera estas suplencias podrían funcionar evitando el desencadenamiento o
estabilizando las consecuencias desencadenadas de “no P en A”, a la vez que
pueden ser instrumentadas por el propio psicótico o producto de una
intervención. (Belucci, 2016).
Capítulo 8
Una Breve visión de la
conceptualización de las psicosis en la teoría de Lacan más allá
del año 1956
Psicosis y empuje-a-la-mujer
Posterior
a los trabajos mencionados, Lacan (2006) no dedicará un seminario orientado
específicamente a las psicosis hasta el Seminario 23, El Sinthome (Lacan,
2006). No obstante, a lo largo de sus seminarios y el abordaje de distintas
temáticas ha vuelto una y otra vez a la psicosis. En el texto “El
Atolondradicho” (1972), Lacan (1972) hace referencia al lenguaje como un órgano
que los seres humanos deben habitar. En aquellas personas esquizofrénicas se
observa la ausencia de los discursos establecidos (discurso del Amo, de la
Histeria, Analítico o universitario), lo cual conlleva a la falta de
determinación y organización del organismo y sus funciones (Iglesias, 2006). En
este texto también refiere a la noción de “Empuje-a-la-mujer” a partir del cual
revisó la homosexualidad en la paranoia propuesta por Freud y el transexualismo
delirante, término utilizado en “El atolondrado, el atolondradicho o las
vueltas dichas. Escansión 1. Lacan, (1972) para referir al caso Schreber
(Godoy, 2012). En este texto Lacan (1972) propone:
“Podría
aquí, con desarrollar la inscripción, que hice mediante una función
hiperbólica, de la posición de Schreber, demostrar en ella lo que tiene de
sardónico el efecto empuje-a-la-mujer que se específica en el primer cantor:
habiendo precisado que es la irrupción de Un-Padre como sin razón, que se
precipita aquí el efecto experimentado como forzamiento, en el campo de Otro
que ha de pensarse como lo más ajeno a todo sentido” (Lacan, 1972, p.36-37).
La
función hiperbólica y el efecto sardónico hace referencia a la lectura de Freud
(1976g) para explicar la realización asintótica y forzada de la transformación
en mujer de Schreber. Este forzamiento a la transformación de mujer ocurre por
las condiciones estructurales de las psicosis puestas en juego en el
desencadenamiento, que irrumpe con un goce en exceso (Godoy, 2012). El Un-Padre
es aquel padre de la exigencia de goce sin límites, distinto al padre de Edipo
que cumple una función reguladora, de prohibición y límite.
Psicosis en la teoría de los nudos
A partir del Seminario XXI “Los
no-incautos yerran” (Lacan, s.f.), Lacan comenzará a utilizar el término nudo
borromeo a partir del cual se entrelazan los tres registros (real, simbólico e
imaginario). De esta manera la estructura del sujeto es el anudamiento de los
tres registros, en donde lo real queda anudado a lo imaginario mediante lo
simbólico (Muñoz, 2005). Luego en el
Seminario XXII “R.S.I.”, propone que estos registros solo pueden mantenerse
unidos a partir de un cuarto elemento que los liga, siendo este la “realidad
psíquica, complejo de Edipo o Nombre del Padre” (Schejtman, 2007). A partir de
este seminario se observa la irreductibilidad de un cuarto elemento que
funcionará como antecesor del Sinthome en el Seminario XXIII (Lacan, 2006). A
partir de estas nociones Lacan buscará analizar el caso del escritor James
Joyce, estableciendo que en este ocurre un error en el nudo, debido a que su
padre no haya sido nunca su padre o haya dimitido de su función paterna; es
decir, un error entre el encadenamiento de lo real y simbólico (Schejtman,
2012b). De esta manera, lo que sucede es que el registro imaginario queda
desprendido y los otros registros interpenetrados. Lacan observa el
desprendimiento de lo imaginario en el hecho de que Joyce había recibido una
paliza, pero no sentía resentimiento: “La forma en que Joyce, del abandonar, de
dejar caer la relación su propio cuerpo resulta completamente sospechosa para
un analista” (Lacan, 2005, p.147). Respecto de la interpenetración de los
registros simbólico e imaginario se observa en su escritura, lo cual Lacan
denomina como “palabras impuestas”. Esta noción la retoma de una presentación
de enfermos realizada anteriormente a la clase, en la cual había observado en
un paciente que las palabras se le “imponían”:
“Resulta difícil no ver en el
esfuerzo que hace desde sus primeros ensayos críticos, inmediatamente después
en Retrato del artista, más tarde en Ulysses, para terminar en Finnegans Wake,
en el progreso de alguna manera continuo que constituyó su arte, que cada vez
se le impone más cierta relación con la palabra - a saber, destrozar,
descomponer esa palabra que va a ser escrita -, hasta tal punto que termina
disolviendo el lenguaje mismo” (Lacan, 2006, p.94)
De esta manera, Lacan da cuenta de la
representación del caso Joyce:
Figura 3: Lapsus en el
nudo en Caso Joyce.
Nota: El lapsus acontece entre lo Simbólico (S) y Real (R), conllevando se
interpenetren y se desprenda el registro Imaginario (I)
El establecimiento de los nudos
ha permitido una nueva forma de conceptualizar y diferencias las variantes
clínicas de la psicosis (Muñoz, 2007):
·
La formalización de la paranoia como continuidad de los tres
registros, siendo su representación a partir del nudo trébol (figura 4).
·
Anudamiento de lo real y lo simbólico al modo olímpico y
desanudamiento imaginario (Figura 3), el cual estaría asociado a la
esquizofrenia debido a la relación particular que se establece con el propio
cuerpo.
·
Por último, la manía es introducida como un Sinthome que
repara el lapsus de anudamiento, lo cual permitiría abordar el carácter cíclico
de la psicosis maníaco-depresiva
Figura 4 Nudo
Trébol en paranoia
El Sinthome en la estabilización de la psicosis
En el V Simposio Internacional de James
Joyce, Lacan introduce por primera vez la noción de Sinthome (Schejtman,
2012b). Este concepto abarca aquella dimensión que permite el enlazamiento de
lo real, lo simbólico y lo imaginario. En el Seminario XXIII (Lacan, 2006) el Sinthome
es definido como aquello que corrige un lapsus en el nudo no borromeo compuesto
de la psicosis:
…” basta que haya un error en alguna parte
en el nudo de tres para que este se reduzca al redondel”. (Lacan, 2006, p.90)
… “lo que sostengo con el Sinthome está
marcado aquí por un redondel de cuerda, que considero que se produce en el
lugar mismo donde, digamos, yerra el trazado del nudo”. (Id, p.94)
…” definir como Sinthome lo que permite al
nudo de tres, no seguir siendo un nudo de tres, sino mantenerse en una posición
tal que parezca constituir un nudo de tres” (Id, p.92).
Frente a este desanudamiento de
los registros en Joyce (Figura 3), Lacan propone que se constituye un cuarto
eslabón localizado en su deseo de ser artista que mantendría ocupado a todo el
mundo o del hacerse un nombre (Lacan, 2006).
“¿No hay algo como una
compensación por esta dimisión paterna, por esta Verwerfung de hecho, en el hecho
de que Joyce se haya sentido imperiosamente llamado? Es la palabra que resulta
de un montón de cosas que escribió. Este es el resorte mismo por el cual el
nombre propio es en él algo extraño”. (Lacan, 2006, p.86)
“Joyce tiene un síntoma que
parte de que su padre era carente, radicalmente carente - solo habla de eso. He
centrado la cosa en torno del nombre propio y he pensado - que por querer
hacerse un nombre Joyce compensó la carencia paterna… Pero es claro que el arte
de Joyce es algo tan particular que el término Sinthome es justo el que le
conviene.” (Lacan, 2006, p.92)
En base a esto, al final del
Seminario XXIII, Lacan (2006) propone la siguiente organización de los nudos en
Joyce:
Figura 5 Reparación de desanudamiento a través del
Sinthome
“Esto es exactamente lo que
pasa, y donde represento el ego como corrector de la relación faltante, es
decir, lo que en el caso de Joyce no anuda de manera borromea lo imaginario con
lo que encadena lo real y el inconsciente. Por este artificio de escritura, se
restituye, diré yo, el nudo borromeo”. (Lacan, 2006, p.149)
Abordar al Sinthome como un
cuarto nudo que permite mantener anudado a los registros que se encontraban
sueltos, da cuenta de posibles formas de acceder a la compensación de la
estructura psicótica. El concepto de Sinthome permite plantear nuevos objetivos
en el tratamiento: la búsqueda de un objeto de goce que se inventa al extraerse
del decir de sujeto y que permite introducir el agujero al reparar el lapsus
del nudo (Vetere, 2010). Esto da lugar a una forma de goce más beneficioso, al
estar orientado por la brújula del deseo.
A su vez, el decir del sujeto
se da en el nudo transferencial. En este sentido, el analista no tendría una
función externa a partir de la cual interviene sobre el nudo, sino que forma
parte del inconsciente al constituir aquello a lo cual éste se dirige. Por lo
tanto, es necesario que desde el enlace transferencial se construya caminos
alternativos que permita el lazo social. Esto requiere de un saber-hacer con
este Sinthome que permite armar lazo con la escena social (Vetere, 2012).
Capítulo 9
Los aportes de Colette Soler y
otros autores postlacanianos para el abordaje de las psicosis
Los aportes de Lacan (1984)
para el estudio y trabajo de la psicosis han sido retomados y revistados por
distintos autores contemporáneos, particularmente la posición que debe tomar el
analista frente a esta estructura (Vetere, 2012).
Phillipe Julien ha retomado el
amor de amistad como un elemento importante en el manejo de la transferencia
psicótica (citado en Vetere, 2012). El autor da cuenta de que la ubicación del
analista en esta posición se encuentra en las antípodas de las de Un-Padre.
Asimismo, Jean Allouch da cuenta de la importancia de ubicarse en rol de
semejante, como un potencial co-delirante (citado en Vetere, 2012). Este autor
menciona que el psicótico busca confirmar en el analista la experiencia que
padece y de la que se hace testigo.
Por su parte Isidoro Vegh
(2007) propone entender a la estructura psicótica como aquella en la cual no se
presenta la falta. El significante que por estructura está ausente, el Otro lo
ocupa con el sujeto, ubicándolo a merced de su goce.
Vegh (2007) menciona que en la
transferencia de la psicosis no se ubica al analista en el lugar de sujeto
supuesto Saber, ni tampoco como poseedor o sostén de la agalma, es decir, del
objeto a. En base a esto la función del analista es lograr que el goce que el
psicótico busca más allá de su cuerpo, tenga un cauce en el cuerpo social.
El analista debe propiciar que
el goce se conjugue con el anhelo del sujeto en el Otro real del cuerpo
social. De esta manera el autor propone
que el analista no viene a encarnar el cuerpo del Otro a donde el analizante
busca la agalma, sino que debe habilitar a que este se busque más allá, en el
cuerpo Real del Otro social.
Frente a estas posiciones,
Gabriel Lombardi (2001) previene de la posición en el otro imaginario para el
caso de las psicosis, debido a que estos no fundan lazos fuertes cuando estas
se han desencadenado. De esta manera, Lombardi (2001) vuelve a reforzar la necesidad de que el
analista se ubique en su posición de objeto a, única posición que
verdaderamente permite la sumisión completa a las posiciones subjetivas del
enfermo.
Colette
Soler y el abordaje de las psicosis
Entre los autores que
continuaron los estudios de Lacan sobre psicosis interesa detenerse en la
propuesta de Colette Soler (1991). Soler (1991) retoma la definición
estructural de la psicosis, es decir, como una estructura subjetiva
caracterizada por la forclusión del significante Nombre-del-Padre. La autora
entiende que Lacan utilizó el término psicosis en singular, o loco, para
referirse específicamente a la paranoia y, de manera más aislada y difusa
respecto de las otras variantes. A partir de esto, Soler revisa la obra de
Lacan para abordar el funcionamiento particular que tienen la esquizofrenia,
manía y la melancolía.
Variantes de la estructura psicótica
Soler (2007, a) propone que el
ingreso al análisis implica una reducción del rechazo por el inconsciente,
aspecto que se da en todas las estructuras. Respecto de las psicosis propone
una diferenciación en el rechazo del inconsciente entre paranoia, esquizofrenia
y manía.
En relación con la paranoia,
propone la incredulidad del sujeto frente a su condición de tachado o barrado,
es decir que no reconoce en él mismo la opacidad, el enigma que constituye a
cada sujeto y que es un deseo que puede implicar un goce malo y agrega: “Y
sabemos bien cuál es el destino de este rechazo: lo rechazado vuelve y en su
caso vuelve bajo la forma de la persecución, es decir vuelve del lado del Otro”
(Soler 2007a, p.246).
En relación con la
esquizofrenia, menciona que Lacan ubica a la esquizofrenia a partir de la
ausencia de la metáfora paterna propuesta por Lacan y, por lo tanto, la no
adjudicación de sentido al significante materno primordial (Soler, 2004).
En “El llamado esquizofrénico”
(Soler, 2004) la autora propone que la esquizofrenia toma mayor relevancia en
el contexto actual respecto a otras épocas debido a los procesos de
“esquizofrenización” que acontecen. Con este término la autora se refiere a los
procesos de esquicia que se inscriben en lo simbólico o lo real y que rompen la
cohesión de las cadenas de lenguaje y/o lazos sociales:
A nivel simbólico, asistimos no
a una caída de los ideales, como se dice con frecuencia, sino a una
fragmentación. Los ideales no han desaparecido, sino que son cada vez más
cacofónicos, multiplicándose a merced de las contingencias de lugares y tiempos
(...) en fin, son aleatorios. En lo real, también hay una multiplicación de los
objetos, de los señuelos de satisfacción, que llega hasta la pulverización de
las ofertas de goce. (Soler, 2004, p. 107)
La autora entiende que no es
posible encontrar a un sujeto esquizofrénico, pero si fenómenos
esquizofrénicos. Soler (2004) retoma los aportes freudianos y lacanianos para
comprender la esquizofrenia. Pone en relación la definición de Freud del
esquizofrénico como aquel que toma a las palabras como cosas y la falta de
acceso a lo simbólico propuesta por Lacan para entender la estructura psicótica
(Soler, 2004).
De ahí que también falte la
función de la representación significante: el significante no representa al
sujeto para otro significante. Queda entonces el enjambre real de los
significantes S1, S1, S1, que, al no representar al sujeto, lo dejan
abandonado, como lo muestra toda la clínica, librándolo al régimen de
fragmentación de identidades, de los objetos, de los tiempos (…) (Soler, 2004,
p.113)
En este punto, Soler (2004) plantea
una diferencia entre paranoia y esquizofrenia: la primera se encuentra más
próxima al sujeto de la esquicia, dado que se observa la estructura de
retroacción temporal, el a posteriori (apres-coup)
del significante y los fenómenos elementales que buscan cubrir el vacío del
sujeto. La paranoia se puede beneficiar de los mecanismos de la metonimia,
teniendo la tentativa de curación a partir del delirio y la persecución.
Mientras tanto, la
esquizofrenia se ve presa de lo múltiple no vectorializado, sin un orden y más
cercano a lo real. Esta está en un más acá de la alienación, sin tener la
posibilidad de construir un delirio como en la paranoia. Esto se observa
también en las experiencias corporales que suelen describirse en personas con
esquizofrenia. Los órganos se enfrentan sin la ayuda de un discurso que pueda
presentar barreras o límites al goce (Soler, 1991a).
Por otra parte, siguiendo la
noción de “rechazo del inconsciente” y la definición freudiana, considera que
se observa un rechazo del significante, tratándolo como un objeto (Soler,
2007a). La falta del vacío en lo simbólico conlleva la ausencia de sentido y de
los efectos de los mismos. En base a
esto, Soler establecería que en la esquizofrenia podría poner en cuestión la
existencia misma del sujeto como representado por el significante, por lo
tanto, habría una no-constitución del sujeto tachado a diferencia de un rechazo
de este que se encuentra en la paranoia.
Respecto de manía, Soler
(2007a) establece que el retorno en lo real de lo rechazado en el inconsciente
se constituye en una excitación maniaca que puede ser mortal. La palabra
desencadenada característica de este cuadro no presenta un punto de capitón, es
decir, no puede cerrar una significación; no hace cadena significante. En este
sentido, es un fenómeno de la presencia de un significante en lo real, es
decir, salido de la cadena significante. La palabra maníaca no logra redondear
su sentido entre la anticipación del término significativo y la retroacción del
sentido, en la puesta en cadena de significantes (S1-S2), sino que consiste de
la yuxtaposición de elementos del lenguaje (S1, S1, S1…) (Soler, 1991b).
Por último, Soler (2007a)
menciona a la melancolía y el debate presente respecto de si es posible
clasificarlo como una psicosis. Propone que la melancolía no se desencadena por
la presencia de Un-Padre como en el caso de la paranoia, sino por la presencia
de una pérdida (Soler, 1991c). Lo que la melancolía experimenta como retorno de
lo real consiste de la castración forcluída, es decir, del efecto negativizador
del lenguaje sobre el ser viviente.
Soler (2007, a) menciona al
melancólico como una configuración homóloga, pero inversa de la paranoia. La
autora propone el goce malo que el paranoico ubica en el Otro, el melancólico
lo ubica dentro de su lado en los delirios de culpa e indignidad. En este
sentido, el rechazo del inconsciente en el melancólico puede extenderse hasta
el rechazo por lo simbólico sino por la propia vida incluso.
Lugar del analista en la psicosis
Soler (1991, e) pregunta qué
tipo de lazo puede establecer un analista con un sujeto psicótico, es decir, en
una estructura en donde la relación de objeto se ve afectada por la forclusión
del Nombre-del-Padre. En el psicoanálisis, la relación significante de
interpretación condiciona la relación libidinal de objeto; esto implica que el
vector de la interpretación va del Otro al sujeto analizante y el vector
transferencia va del sujeto al Otro:
Ilustración 5
estructura de la transferencia
Esta condición no se encuentra
presente en la psicosis. Por un lado, la libido transferencial se repliega
sobre el sujeto o la certeza paranoica conlleva a ubicar la libido como
proveniente del lugar del Otro. Por otro lado, el sujeto se ubica como
intérprete del otro:
“El rasgo común es la
presuposición de que la libido viene del Otro y que el sujeto ocupa el lugar
del objeto al que se dirige la voluntad de goce de este Otro. Así pues, primera
inversión de la estructura de la transferencia. Pero hay otra, correlativa.
¿Quién interpreta? Schreber, y en cambio, es Dios es el que habla, el que
ofrece a la interpretación los mensajes (…) (Soler, 1991e, p.51).
Soler (1991e), retomando la
obra Lacaniana, propone que, en la relación analítica con estructura psicótica,
el analista es llamado a suplir el vacío percibido por la forclusión:
“…el analista es llamado a
constituirse como suplente y hasta como competidor de las voces que hablan de
ella y que la dirigen. Dicho de otra manera, ella le ofrece al analista el
sitial del perseguidor, el sitial de aquel que sabe y que al mismo tiempo goza.
Si el analista se instala en él sobrevendrá entonces, con toda seguridad, la
erotomanía mortífera”. (Soler, 1991e, p. 9).
En este sentido, Salinas (2013)
menciona que no es tanto la asociación libre lo que lleva rápidamente al sujeto
a la erotomanía y la persecución, sino la posición del analista en relación con
el saber. El analista puede caer en este lugar de voluntad de goce que toma al
sujeto por objeto.
Frente a esta demanda de saber,
Soler (1991e) menciona no operar con la interpretación, la cual no tiene cabida
ante un goce no reprimido:
Un primer modo de intervención
fue un silencio de abstención y esto cada vez que el analista es solicitado
como el Otro primordial del oráculo; para decirlo mejor, cada vez que es
invocado como saber en lo real. Este silencio, esta negativa a predicar sobre
su ser, tiene la ventaja de dejar el campo a la construcción del delirio…
(Soler, 1991e, p. 9)
Esta intervención permite
ubicarse en la posición de testigo y de “secretario”. Ser un testigo consiste
de ponerse en un lugar de no saber, no gozar y generar un vacío en donde el
sujeto pueda colocar su testimonio. De esta manera a partir del agujero que
ofrece el decir del analista, el sujeto puede llegar a producir nuevas
operaciones para redistribuir su goce (Salinas, 2013).
El sujeto psicótico es sensible
a esta situación como cualquiera, pero se encuentra excluida la posibilidad de
que se modifique algo en el sujeto; solo la interpretación es la acción que
puede generar modificaciones en la posición del sujeto, y en la psicosis se
encuentra del lado de este.
Soler (1991e) propone como
opción operar maniobras desde el lugar del Otro, en el cual es interpretado por
el analizante, que permitan construcciones persecutorias o exigencias erotomaníacas
sean del orden de lo soportable.
En esta línea se inscribe otra opción
propuesta por Soler, que denomina como orientación del goce:
“(…) intervine profiriendo una
función de límite al goce del Otro, lo que no es posible sino a partir de un
lugar ya inscripto en la estructura. Aquí el voluntarismo sería inútil. Esta
intervención no está en verdad fundada. Es un decir en el que el analista se
hace guardián de los límites del goce, sin los cuales, como lo dice ella en
todos los tonos, lo que hay es el horror absoluto. El analista no puede hacerlo
sino sosteniendo la única función que queda: hacer de límite al goce, esto es,
la de significante ideal, único elemento simbólico que, a falta de la ley
paterna, puede constituir una barrera al goce. El analista, cuando se sirve de
este significante como lo hice yo, se lo toma al psicótico mismo; el analista
no hace otra cosa que apuntalar la posición del propio sujeto, que no tiene más
solución que tomar él mismo a su cargo la regulación del goce.” (Soler, 1991e,
p. 10)
“Esta alternancia de las
intervenciones del analista entre un silencio testigo y un apuntalamiento del
límite es otra cosa que la vacilación calculada de la neutralidad benévola. Es
lo que yo llamaré la vacilación de la implicación forzosa del analista.
Implicación forzosa -si no quiere ser el otro perseguidor- entre la posición de
testigo que oye y no puede más, y el significante ideal que viene a suplir lo
que Lacan escribe Po en su esquema I.” (Soler, 1991e, p. 11)
Esta variante de la
intervención, orientada a la limitación del goce puede diferenciarse en dos
tipos: una limitativa que busca ser la prohibición faltante y otra positiva que
se encuentra en línea con la sugestión. Interesa destacar que, frente a estas
intervenciones, específicamente en el caso que la autora describe, la
construcción del delirio y fijación del goce se logró a partir de la función de
la presencia del analista, por lo que la estabilización en esta psicosis no
permite un fin de análisis (Soler, 1991d). En este caso si el sujeto psicótico
es presa de un goce que surgen por fuera del desfiladero del significante, se
tratará de obtener un influjo simbólico sobre este real, con un efecto de
negativización; en este sentido el movimiento irá de un exceso de goce hacia el
símbolo (Soler, 1991e).
Frente a estas posibles
intervenciones para lograr su estabilización, se encuentran también otros
procesos de estabilización que el sujeto psicótico produce para responder a lo
que retorna en lo real en una estructura en donde esta forcluído el
Nombre-del-Padre.
En este sentido, en la psicosis
acontecen una serie de efectos que buscan lidiar con la estructura. Ubica otras
soluciones que operan sobre lo real los pasajes al acto auto o hetero
mutiladores.
Realiza casi en acto, casi a título
de suplencia, el efecto capital de lo simbólico, esto es, su efecto de
negativización del ser viviente. Del daño causado en acto al cuerpo propio o
también a la imagen del semejante (…) emerge en proporción a la falta de
eficacia de la castración. (Soler, 1991d, p.19)
Una de las opciones mencionadas
por Soler (1991) consiste de la construcción de la metáfora delirante, ficción
que cubre la ausencia de ficción edípica y le dé un sentido al goce que se
padece, goce que es ubicado en el lugar del Otro. En este sentido implica una
estabilización en los niveles simbólico-imaginario:
Lo que le interesa es la
problemática del punto de capitonado en sus efectos estabilizantes. Es la
cuestión de saber cómo lo que se ha desencadenado como persecución y desastre
de lo imaginario por el barrido de las identificaciones puede restaurarse, de
modo que el goce vuelva a entrar a la dialéctica del discurso (Soler, 2007b, p.
131-132)
Este tipo de estabilización que
Soler, junto con Lacan, ubican en el caso Schreber, la diferencia de la
acontecida en Joyce (Soler, 2007b). Mientras que la estabilización acontecida
en el primero resulta lábil y posterior al desencadenamiento, en el caso de
Joyce la estabilización construida logro evitar que se desencadene. Lacan ubica
en este la función de la letra real como un goce de letra; un goce cerrado
sobre sí mismo autístico. De esta manera Joyce habría logrado conciliar el goce
autístico con una actividad que permitía el lazo social, es decir la
literatura.
Joyce logró producir un
capitonado de suplencia, que reengancha lo Simbólico con lo Imaginario y
completa la juntura entre los Real y Simbólico que su literatura-síntoma
asegura. Se ofrece como texto a gozar, igual que Schreber y en medio de menos
angustia que Schreber. (Soler, 2007b, p.137)
Este lazo social se establece con sus lectores
y comentadores, a partir del cual se ubica como objeto de goce, pero a
diferencia de Schreber, de manera tolerable. Joyce construye un nudo borromeo,
no con su cuerpo, sino con su ego. Estableciéndose como El Artista, incluso
antes de haber escrito algo, logra mantener los tres registros unidos.
Capítulo 10
Conclusión
El presente trabajo tuvo como objetivo explorar el lugar del
analista en el tratamiento de la psicosis. Para esto se propuso realizar una
revisión de los aportes brindados por Freud (1976), Lacan (1984), Soler (1991)
y autores que se inscriban en esta corriente del psicoanálisis.
Se observó que, aunque
la psicosis tuvo un rol importante dentro de la obra freudiana, la misma fue
constituida como una estructura imposible de abordar por el dispositivo
analítico a partir del establecimiento del amor de transferencia como elemento
fundamental para el tratamiento de síntomas.
Esto se debe a que en la psicosis el sujeto no es capaz de
investir libidinalmente a los objetos, incluyendo en este caso al analista. En
este sentido, implica la imposibilidad de establecer el amor de transferencia,
motor de la asociación libre.
En la obra Lacaniana y en los trabajos de Soler (1991, 2004,
2007) también vuelve a observarse la misma definición de la estructura de la
transferencia, vale decir, que debe haber una demanda de amor hacia el Otro
para que este logre interpretar al sujeto, aspecto que se ve imposibilitado en
la psicosis.
En este sentido, se encuentra una problemática frente a la
ubicación del analista como portador de a
en una estructura que no se encuentra ordenada por la incidencia del padre, en
donde la extracción a no ha tenido
lugar. De esta manera, el analista no es llamado a ubicarse como Sujeto
Supuesto Saber por el analizante. Vale decir, que ambos autores advierten que de
ubicarse en esta posición y quedar en el lugar de Otro que goza del sujeto, llevaría
a desencadenar un episodio persecutorio o erotomaníaco.
No obstante, la tradición abierta por Lacan parte de no
retroceder frente a la psicosis y busca caminos posibles para su tratamiento.
En primer lugar, Lacan (1984) establece la importancia de
ubicarse como secretario del alienado, es decir, de lograr recuperar el
testimonio de las personas psicóticas ya que da cuenta de la relación que el
sujeto tiene con el lenguaje. Se requiere de una posición de
apertura que permita la producción de un saber que logre anticipar y construir
nuevas formas de responder frente a lo real.
En segundo lugar, Soler (1991) advierte
que el analista es llamado al lugar de Otro que brinde saber en lo real y que
puede traer consecuencias negativas para el análisis, por lo que propone
abstenerse y dar lugar a la producción de delirio por parte del sujeto. Soler
parte de entender al delirio, a partir de la metáfora delirante, como una de
las formas que tiene los sujetos psicóticos para lograr aminorar el exceso de
goce.
En tercer lugar, Belucci (2009)
establece como lugar posible el de semejante que invite al sujeto a ubicar al
analista como otro distinto al Otro que lo tiene como objeto de goce. Esta
posición ha sido cuestionada por otros autores contemporáneos, como Lombardi
(2001), el cual insiste en que el analista debe ubicarse en la posición de
objeto a también en las estructuras
psicóticas.
Por último, los autores
abordados concuerdan en que el analista debe ubicarse en una posición que permita
reducir y acotar el exceso de goce. Soler (1991) cómo Belucci (2009) dan cuenta
de un acotamiento del goce de carácter negativo que implica una negación por
parte del analista, y un acotamiento positivo que implica la sugestión a partir
de un Ideal obtenido del discurso del paciente. De la misma manera que con
otras estructuras, es importante que el analista tenga cuidado de no ubicarse
él como Ideal del yo del analizante. En este sentido, también se puede ubicar
la construcción de la metáfora delirante, operación que busca dar sentido y
encauzar el exceso de goce.
Por último, en relación con el
abordaje de la psicosis desde la teoría de los nudos y el caso Joyce, tanto
Soler (1991) como Lacan (1984) dan cuenta del rol que ha tenido la escritura y
la producción de un nombre como proceso de estabilización de la estructura
psicótica. Interesa destacar la propuesta de Soler (1991) respecto de lograr
que el goce pueda armar lazo social. Este lugar se encuentra en línea con lo
propuesto por Vegh (2007) respecto de encauzar la búsqueda del goce en el
psicótico por fuera del cuerpo del analizante y dirigirlo hacia el Otro real
del cuerpo social.
El recorrido realizado por este
trabajo ha permitido delimitar las distintas herramientas posibles para abordar
la psicosis desde el dispositivo psicoanalítico. No obstante, Soler menciona
que las intervenciones posibles solo pueden asegurar algún tipo de
estabilización, lo cual implica una probable recaída. En este sentido, es
necesario continuar el trabajo clínico y de investigación en la temática para
poder aliviar el goce que los sujetos psicóticos padecen.
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