Fotografía: Doctor Enrique Pichon Riviére

domingo, 14 de noviembre de 2010

Una breve observación sobre el mito de la "Luz Mala".


Recuerdo un suceso ocurrido hace muchos años y del que fui partícipe, fue una investigación que realice con mi padre sobre la luz mala, basada en testimonios realizados por un sujeto venido de la provincia de Corrientes.
A la sazón mi padre era encargado de una granja cercana a nuestro lugar de residencia en las afueras de Cañuelas, provincia de Buenos Aires.
Recuerdo participar activamente, después de mi llegada de la escuela, en las tareas de la granja compartiendo muy buenos momentos con los empleados, la mayoría jóvenes provenientes del norte y centro del país. El nodo del relato será Marcelino, un joven correntino que vivía en la granja con su familia y cumplía el rol de sereno o cuidador nocturno.
No era extraño, en este contexto, escuchar relatos míticos traídos de Santiago del Estero, Corrientes, Salta, Paraguay, etc. Relatos como “el enano del monte”; “el hombre del machete”; “la llorona”; “la tortuga gigante del monte”; apariciones, almas en pena, lagunas o montes malditos donde las personas desaparecían, etc.
Volviendo al relato, recuerdo una tarde que mi padre comento en la mesa mientras tomábamos mate que el sereno iba a renunciar y se iba a mudar de aquellos “pagos” porque se le “apareció” la luz mala.
Ante esta exposición mi padre intentó convencerlo de que estas eran “historias falsas”, sólo leyendas y que esa misma noche iba a ir a la granja a enfrentar a la luz mala.
Cenamos, preparamos las armas, mi padre llevaba su escopeta calibre 14 y yo mi fiel aire comprimido 5 y 1/2. Partimos en el Falcon ’64  hacia  la granja cerca de las 22 horas. Al llegar nos encontramos con Marcelino y comenzamos la búsqueda.
Caminamos por la granja, la noche era espléndida, despejada, muy fría. En el campo la oscuridad es temiblemente profunda, total, generadora de sensaciones.
El viento fuerte cortándose en las casuarinas producía un leve silbido constante, el áspero grito de lechuzas y de teros en el campo a lo lejos denunciaba que algo rondaba. La incertidumbre se convertía en compañera y traía con ella la sensación de que algo desde la oscuridad, del otro lado de esa pared completamente negra, observaba. Nacía poco a poco el miedo, no se sabía a qué, a ese algo que estaba ahí, lejos y cerca a la vez, que no se veía ni se escuchaba: se presentía.
Las luces  de las linternas punzaban la oscuridad y la rasgaban precisando un objetivo: los ojos brillantes a lo lejos de los perros, las ramas meciéndose por el viento, alguna comadreja escabulléndose. Marcelino nos refirió donde apareció  la luz mala y partimos hacia el lugar.
Llegamos y dimos una recorrida, luego nos sentamos en el piso para evitar el viento gélido cubriéndonos con unos grandes montículos de cascara de girasol, que se utiliza para cubrir el piso de los galpones donde se encuentran los pollos, sirviéndole de abrigo y para amortiguar el contacto con el suelo. Estuvimos un tiempo sentados hasta que mi padre comenzó a caminar y subió el desnivel generado por el montículo, se detuvo de repente y nos pidió que subiéramos, una vez arriba insistió que observemos el monte de eucaliptus que se hallaba a unos quinientos metros de distancia. Nos quedamos largo rato observando la oscuridad absoluta en dirección al monte, que tocado tenuemente por la luz de la luna adquiría un aspecto siniestro, continuamos expectantes observando hasta que después de unos veinte minutos la vimos, corriendo entre los árboles, la luz mala.
Apareció por el centro del monte desplazándose y desapareciendo. Era una luz blanca, pequeña y muy rápida. Mi padre ordenó partir en dirección al monte, enseguida crucé el alambrado pero Marcelino desistió insistiendo que cosas muy malas podían pasar si desafiábamos a la luz mala, que mi padre y yo no sabíamos nada de esas historias y por eso nos meteríamos en grandes problemas y se dirigió a su casa consternado. Caminamos hacia el monte y al acercarnos a los primeros árboles y observar claramente descubrimos el misterio de la luz mala.
A unos kilómetros de distancia se encuentra aún hoy la ruta 205 y la curva en la zona del cementerio, al realizar el radio de giro los vehículos, principalmente los camiones por su altura, y por unos instantes quedaban en línea recta iluminando el monte generando la sensación de la luz mala corriendo entre los árboles.
Conclusiones.
Trataré de realizar un análisis desde la aprehensión en el relato superficial de indicios que nos permitan llegar al esclarecimiento de alguna estructura subyacente, tal vez de esta forma aparezca la “luz buena” transformando lo implícito en explicito.
Comenzando por el nombre del relato encontramos algo, el concepto de luz, en leyendas o mitos urbanos nunca se refiere a algo maligno o siniestro, cosa que nos sirve como indicador de algo implícito, se lo encuentra en relatos que tengan que ver con apariciones de ángeles, vírgenes o santos, vale decir, con lo opuesto a lo que encontramos en este relato. Si tomamos al mito como una narración que describe y retrata en lenguaje simbólico el origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura, debemos descifrar qué simboliza el concepto de luz para poder arribar a un esclarecimiento preciso de este mito.
En la herencia griega recibida por occidente el mito ha estado en conflicto con la razón, vale decir, el modo analítico y racional de llegar a una visión verdadera de la realidad. Encontramos ahora el impulso para cuestionarnos ¿Por qué el mito se opone a la razón? Podemos contestar: cuando el suelo firme del análisis y del raciocinio llega al final y enfrente se encuentra el abismo de cuestiones irresolutas que han sido el combustible de la poesía, la filosofía y demás ciencias del hombre, aparece el mito, colmando esa “necesidad”, evitando caer al vacio.
En el sentido de la oposición dialéctica es donde vamos a ubicar el elemento cultural de este relato, puntualmente la muerte,  para ser analizado.
No debemos olvidar que Marcelino vio la luz de los camiones entre los árboles del monte producto del giro de los mismos en la curva, pero no de cualquier curva, se trataba justamente y no casualmente, de la del cementerio. El miedo ante la oscuridad de la noche cumpliendo su trabajo como sereno, el conocimiento de la ubicación del cementerio, encontrándose allí personas que han cerrado sus ojos para nunca mas ver la luz del sol, encerrados en un ataúd y enterrados varios metros y cubiertos con tierra; ante toda esta oscuridad aparece su oposición la luz que brota de la tierra, flota, vuela ya no está enterrada y no debemos olvidar la condición de la luz, mala, “dañina”, viene de un lugar que se desconoce, inimaginable, no sabe como será ese lugar y la luz mala tal vez lo quiera llevar allí. Podemos concluir: luz en oposición dialéctica a la oscuridad de la muerte y mala por su carácter de venir a buscar al sujeto para transportarlo a un lugar totalmente desconocido, temido (la muerte).
Un detalle más, que en un primer momento no lo iba a incluir pero tal vez sirva como dato, lo aclaré en el relato, los sujetos que creen fervientemente en estas historias, están muy fuertemente dominados por la potencialidad del prejuicio todos estos temores infundados acompañados de miedos, dudas e incertidumbres implícitas las proyectan en mitos como este. (Cuando dice que mi padre y yo no sabíamos nada de esas historias…). Presas de la ideología familiar logran que esas cuestiones irresolutas, temibles y subyacentes se resuelvan de esta forma.
Cristian Cirigliano.

4 comentarios:

  1. Muy bueno dire
    Muy bien narrado
    y al final se fue nomás el sereno?

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  2. Tu narración es pura coincidencia pero no viste la verdadera luz mala yo si la he visto en lugares inasesibles para vehículos o personas dando saltos subiendo y bajando agrandándose y achicandose llendo por encima de un alambrado y reventando como un foco en cortocircuito y además es roja tengo un vídeo de anoche vivo en Santiago del Estero

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  3. Anduve por muchos lugares.. Montes campos toda mi vida antes de venir de Bs As y hoy tengo 31 años y es la primera vez en mi vida que veo algo asi es algo que tiene inteligencia no es ningun gas que emana de los huesos esa es otra florescencia nada que ver.

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  4. Tu narración es pura coincidencia pero no viste la verdadera luz mala yo si la he visto en lugares inasesibles para vehículos o personas dando saltos subiendo y bajando agrandándose y achicandose llendo por encima de un alambrado y reventando como un foco en cortocircuito y además es roja tengo un vídeo de anoche vivo en Santiago del Estero

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